Muchos de ustedes, una inmensa mayoría, saben de qué les hablo. Un día en una EPS tiene historia, y no me refiero a la clínica. Detrás de cada persona allí presente hay una vida entera, llena de avatares y sufrimientos, en lo que al tema de salud corresponde. Cada uno narra lo que conoce, su vivencia personal. Pero resulta que quienes allí laboran también tienen su propia historia.
Todos parecieran atrapados, de uno u otro lado, en una especie de círculo, que se repite una y otra vez. Cada día trae su afán, pero en una EPS es como si se tratara de lo mismo jornada tras jornada. Quejas, voces altisonantes, llantos, disgustos, miradas furtivas, rebusque (especialmente en aquellos lugares donde las filas son interminables).
Basta un día en una entidad prestadora de servicios de salud, para darnos cuenta que el sistema, en teoría podría ser de los mejores del mundo, sino el mejor. Pero la realidad, de forma cruda y descarnada, nos muestra otra cosa, con incumplimientos, demoras, acciones de tutela que tampoco se respetan, medicamentos a cuenta gotas, interminables filas, madrugones o trasnochos. En resumen, insatisfacción casi generalizada.
Pero más allá de si es necesaria, creo que sí, una reforma al sistema, dentro de estos espacios, llámese IPS; EPS u hospital de cualquier nivel, en esos lugares interactúan seres humanos, con sus distintas complejidades, cada quien porta la suya, quien requiere el servicio y también quien lo presta.
Entonces, simple, la mejor manera de empezar por transformar el sistema, es humanizarlo, con una sonrisa, o unos buenos días.
Claro está, cada paciente es quien padece su patología y es quien vive su propio drama. Pero es necesario entender a quien está detrás un PC, pero al mismo tiempo, que ese funcionario, llámese vigilante, o del área que sea, trate, por favor trate bien al usuario.
Sí, algunos podrán ser cansones, pero debe entender que llevan días, quizás, semanas y hasta meses, tratando de lograr una autorización o una cita con un especialista.