El domingo pasado, cuando se celebraba la tradicional jornada del fútbol colombiano, se llevaba a cabo un partido entre Boyacá Chicó y Atlético Nacional. Ganaba el equipo de Tunja, cuando en el tiempo de reposición se pitó una pena máxima en favor del verde de Antioquia.
Hasta ahí nada raro, sin embargo, al día siguiente, la víctima de la supuesta falta en su contra, el Señor Alfredo Morelos, sale a decir en los medios que él es muy inteligente y que engañó al árbitro y se tiró al suelo apenas sintió que lo tocaron. Es decir, hizo trampa.
Esto me llevó a pensar que definitivamente tenemos que recuperar valores como la honestidad de nuestros actos. Nos hemos acostumbrado a que siempre hacemos trampa.
En una evaluación en el colegio, en una enfermedad que no tenemos para salir del colegio o del trabajo, en un trabajo en la universidad donde tomamos del chat GPT copiamos y pegamos; le hacemos trampa a las normas y nos pasamos olímpicamente los semáforos en rojo, en fin, se volvió moda que engañemos a todos con el fin de salir ganando y pasar por delante de nuestros semejantes porque, según el jugador, somos muy inteligentes.
A nuestros niños, desde pequeños, tenemos que acompañarlos en valores como la verdad, la honestidad, el respeto por la vida, la honra, los bienes de los demás, la intimidad, el descanso de los demás, la opinión, etc. Tenemos que recuperar en nuestra región la esperanza de que podemos hacer las cosas bien, de que lograremos cosas buenas a partir del estudio, el trabajo honesto, la sinceridad de nuestros actos y palabras, el encuentro con un ser superior que pone en nuestros corazones los auténticos valores sociales, ciudadanos y espirituales.
Propongámonos desde los medios de comunicación, desde las familias, desde las instituciones educativas a fomentar los auténticos valores que tanto necesitamos si queremos recuperar la esperanza y sobre todo poder alcanzar la paz que tanto necesitamos y fortalecer la conciencia ciudadana.