Esta semana algunos medios de comunicación se indignaron porque los obreros que trabajan en la construcción del tren mataron una gallina y rociaron con su sangre un trayecto de la obra, supuestamente en un acto satánico.
Nosotros heredamos la violencia desde la conquista que fue a sangre y fuego en 1492 y no ha cesado hasta nuestros días, me refiero a la violencia contra el hombre, pero la violencia contra los animales viene desde que el homo sapiens dejó de comer los frutos de los árboles y se fijó en los semovientes, tigres, búfalos, elefantes, aves y peces y el resto que vive en la naturaleza.
Para sobrevivir el hombre tiene que matar, pero a los animales, nunca hasta hace pocos años, se pensó en los animales “sintientes” y entonces se tomó conciencia de mimar a las mascotas, entre nosotros, principalmente, los perros y los gatos, hasta que se comenzó a legislar en la búsqueda de su protección.
Actualmente solo podemos comer sin temor al castigo, y con cierta confianza la carne de res, pescado, pollos y gallinas, también conejos, patos y gansos y uno que otro búfalo. Y todos “son sintientes”, así que cuando tomemos conciencia de que también sufren al morir, será prohibido, debemos mirar hacia los árboles y todos seremos vegetarianos.
Pero es que toda la flora y la fauna juntas también tienen vida, un árbol cuando se corta, una rosa que se coge para la mesa, las verduras y los frutos, hacen un ruido inmenso cuando se arrancan, que puede ser de dolor y vamos a descubrir que también se catalogarán como “sintientes”, de tal manera que tal como vamos, moriremos de física hambre.
¿Será que nuevamente nos volveremos caníbales?
O más bien, aceptamos la realidad cruda y cruel como que “el pez más grande se come al más chico”. Así ha sido siempre y así será.