El escándalo surgido esta semana en Medellín, cuando fue sorprendido un norteamericano en un hotel después de haber tenido presuntamente relaciones sexuales con dos niñas menores de edad, puso en evidencia un gravísimo problema, sin resolver en el país, como es la explotación sexual infantil y se convierte en un campanazo de alerta para nuestro municipio.
Es bien conocido que el turismo sexual existe en las principales capitales como un negocio transnacional y, a pesar de los esfuerzos de las autoridades, es un fenómeno que mueve millones de pesos y su condición de sutil manejo hace casi imposible dar con los responsables, salvo escasas excepciones.
Estimamos que la explotación infantil también se campea por nuestras ciudades intermedias, basta una mirada a los sitios conocidos como “zonas calientes” y son muchas las mujeres y adolescentes, que ofrecen sus servicios a la luz del día y en horas de la noche, donde la permisividad es total, aunque bien vale la pena diferenciar, de la condición de trabajadora sexual, del delito horroroso de la explotación infantil.
De acuerdo con los estudiosos del tema, esta problemática se debe a varios factores, como la extrema pobreza, el abandono familiar y la ausencia total de una educación integral, lo cual es aprovechado por los proxenetas que, sin ninguna contemplación ética, ofrecen dádivas significativas para atraer a los menores, y luego someterlos a vejámenes terribles, que al mismo tiempo dejan huellas profundas en su crecimiento y desarrollo causando heridas que no cicatrizarán fácilmente y arrojándolos a un estilo de vida tenebroso.
Es urgente que los alcaldes de los municipios realicen acciones rápidas y eficaces, bajo la coordinación de la Fiscalía, las autoridades de Policía y el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, para en primer lugar, buscar, investigar y castigar con toda la fuerza de la ley a quienes se encuentren en esta cadena multinacional, cuyas penas ya están contempladas en el Código Penal.
Igualmente, es urgente, volver los ojos a la familia, a los hogares, a los padres y madres, a los primeros educadores, para que permanezcan muy pendientes del comportamiento de sus hijos y de sus educandos, porque las redes sociales están influenciadas por la globalidad mundial, en donde los principios y valores éticos, están erradicados e inculcan sutilmente la relajación sexual desde la niñez.
No se puede ceder a la llamada post modernidad en cuanto que con el prurito del libre desarrollo de la personalidad, se debe dejar a los niños y niñas y adolescentes, hacer cuanto sientan y quieran con sus cuerpos en formación. La autoridad paterna, es necesaria y el amor materno, para que los niños sean felices de adultos. Una niñez amada por sus padres, será una adultez responsable y feliz.
No es posible que los menores de edad se encuentren trabajando, no puede aceptarse que los profesores e inclusive el gobierno esté “enlazando” a los menores para que regresen a las aulas de clase. Algo no está funcionando bien y hay que corregirlo de inmediato.
Sabemos que en las redes pululan los mensajes de tipo sexual que se aprovechan de la fragilidad infantil para engañarlos y conducirlos a cometer acciones viles e indignantes, es muy grande la responsabilidad, no solo de los padres, sino también de los educadores para prevenir que los niños y niñas desemboquen inevitablemente en un relajamiento en el comportamiento sexual.