Nunca antes en la historia reciente, Tuluá ha vivido semejante escalada de violencia que ha sumido a sus habitantes en el temor y la desesperanza y damos la bienvenida a todas las medidas anunciadas por el gobierno central y departamental para frenar este momento de angustia que vive tanto el sector público como el privado, específicamente varias de las personas que ocupan cargos oficiales en el ámbito municipal.
Es imposible gobernar bien, si la mayoría de los funcionarios están amenazados y se convierte en un desafío permanente a la seguridad ciudadana y la convivencia necesarios, desde todo punto de vista, para el normal transcurrir de la vida cuotidiana.
Esperamos que estas promesas, además de ser bien intencionadas, se cumplan en la realidad, porque llevamos años y años, viendo que cada vez que un acto violento ocurre y llama la atención de las autoridades, se adelanta el consabido consejo de seguridad, se toman las mismas medidas y los resultados no se ven ni se notan por ningún lado.
Hemos llegado a un momento muy grave, demasiado grave, que amenaza a la misma institucionalidad democrática, en donde parece a primera vista que la delincuencia organizada derrota al Estado, a sus gobernantes y entonces la pregunta es ¿en qué país vivimos?, ¿Es posible pensar que la inseguridad se tomó a Tuluá y su control se escapa a las autoridades legítimamente constituídas? El gobierno ha manifestado la intención de instalar cámaras de seguridad de última tecnología con una inversión de $10 mil millones, como también se tomarán medidas urgentes a través de los ministerios de Justicia y Defensa, se reforzarán los medios de transporte para las operaciones de la policía y se contará con recursos para adelantar el blindaje de seguridad para el municipio.
Reiteramos que hemos llegado a un punto de no retorno, nunca antes vivido, y en consecuencia, esperamos que los objetivos buscados después del consejo de seguridad realizado esta semana en Palmira, presidido por el ministro del Interior, Luis Fernando Velasco, se hagan realidad y Tuluá y sus habitantes recuperen la seguridad perdida, de lo contrario continuaremos por el mismo camino, entre la intranquilidad y el temor, el miedo y la desesperanza, casi que nos hemos convertido en una ciudad sin futuro, lo que contradice toda una historia de trabajo, lucha, esfuerzo, pundonor y coraje, cualidades distintivas, del alma tulueña.
Hoy parece que la cacareada “paz total” se convirtió en una “inseguridad total” y no puede ser posible que la delincuencia derrote al Estado, tal como lo afirmó el propio presidente de la república.
Aquí tenemos una experiencia pésima en el manejo de las cámaras de seguridad, cuando no funcionaron nunca y todo se quedó en veremos, porque no capacitaron en forma excelente a quienes se encargarían de su utilización en beneficio de la ciudadanía. Y en cuento a las medidas especiales, también esperemos que funcionen bien, porque nunca han funcionado, todo se queda a medias tintas, sin coordinación interinstitucional y la inseguridad sigue campante rodando por las calles de la ciudad. Y lamentamos profundamente que el gobierno central y los medios de comunicación solamente se acuerden del municipio en momentos de tragedia, cuando los acontecimientos positivos y de construcción de país a través del esfuerzo y la pujanza, son muchos más.