Cuando creíamos haber vencido el racismo en un altísimo porcentaje, al ver en los altos cargos públicos a hombres y mujeres de distinto color de piel, gracias a una larguísima lucha a través del tiempo, un corrientazo como de un rayo, cortó de un tajo los sueños de millones de gente, al contemplar el indignante y aberrante cuadro de una persona que maltrató de palabra y actitud incorrecta a un guarda de tránsito por el solo hecho del color de su piel.
Es inadmisible en la actualidad un acto tan cruel hacia un semejante que tiene el mismo valor de cualquier otra persona y merece un trato respetuoso y más aún si goza de un fuero de autoridad y por lo tanto el delito de racismo debe ser investigado y castigado de acuerdo a la ley.
Esta actitud, que refleja un desprecio inocultable por la diferencia en el color de la piel, obliga a una profunda reflexión sobre el tema del racismo existente en el país, pues este solo hecho, implica una bajísima calificación no solo a nivel nacional sino internacional, que desdice de lo ya ganado a través de los años, olvidando tantos vejámenes desde el tiempo de la esclavitud hasta nuestros días.
Recordamos que fue un expresidente que decretó el fin de la esclavitud en Colombia mediante la ley 21 de 1.851 sancionada por el presidente José Hilario López, que determinó acabar con una práctica muy arraigada desde la época colonial que involucró a la población indígena y africanos sometidos a los trabajos más pesados y difíciles del momento que perduró hasta nuestros días, al tomar fuerza una cultura de descarte, desprecio y rechazo, especialmente a la población de color.
Recordemos que hasta hace poco, no se veían en los puestos de mando tales como en las Fuerzas Armadas, en el sistema bancario, en el Congreso de la República, menos como líderes políticos que ocupasen cargos en el alto gobierno.
La actitud del personaje que mencionamos, refleja aún la existencia de una subcultura del descarte cuando se mira la diferencia y de ahí a creer que hay una raza superior a otra, y la cual ha conducido a guerras crueles, que solo han dejado huella de dolor y miles de tragedias, que creíamos superadas, pero hoy, lamentablemente, se repiten, lo cual se convierte en un llamado urgente a reflexionar sobre el tema y tomar medidas desde la escuela para tratar de acabar definitivamente con actitudes lamentables que dejan muy mal parado a la misma capital del Valle, a la región y al país en toda su extensión.
Y es muy grave que persista la ley del más fuerte, la resistencia a la diferencia, la humillación al que es distinto por el color de su piel, no se puede aceptar desde ningún punto de vista, tan aberrante conducta que merece el rechazo de todos los colombianos.
Los gobiernos democráticos, tienen un reto y un serio desafío en este sentido, para que se considere igualmente dignos a toda persona, sin distinción de sexo, raza o religión, tal como reza nuestra Constitución. No es el momento de regresar a tiempos ya olvidados y superados, por lo menos en la Constitución y la Ley que protegen a la población diferente.