La opinión pública colombiana está centrado esta semana en el caso ocurrido con la empresa Frisby enfrascada en un lío jurídico de dimensiones impredecibles, toda vez que le quieren arrebatar su nombre original que la llevó a ganarse el respeto, afecto y cariño, de la gran mayoría de nacionales que conocen toda una historia de imaginación, emprendimiento y desarrollo, ejemplo de paciencia, creatividad y de amor por lo nuestro.
Es un caso típico colombiano, en donde aparece la envidia en primer plano, que nos lleva a recordar los tiempos iniciales de EL TABLOIDE que, cuando se fortaleció y se convirtió en el primer semanario de circulación permanente y se hizo “Imágen del periodismo regional” aparecieron lentamente varios intentos de competencia, revistas, semanarios, periódicos hasta de municipios vecinos, otros quisieron introducirse desde tierras lejanas, pero al final perecieron porque como dice el refrán “los mataron la misma envidia” ya que nunca buscaron el servicio a la comunidad, sino servirse así mismos y cavaron su propia sepultura, mientras que EL TABLOIDE se apresta a cumplir sus 50 años con la inmensa alegría que produce el trabajo puesto al servicio de la comunidad en general.
Está comprobado que la envidia es un mal que destruye a la gente, vemos ejemplos a diario, como cuando se crea un negocio cualquiera y si tiene éxito, a los pocos días ya otro empresario monta el suyo cerca del primero y obviamente viene el enfrentamiento y en ocasiones se presentan tragedias familiares por este motivo.
El movimiento de apoyo a la empresa Frisby, nacida en la ciudad de Pereira, es motivo de admiración y respeto, como también de defensa, del emprendimiento y principalmente de tomar conciencia acerca de permitir que otros crezcan, produzcan bienes y servicios, crean riqueza, para luchar por el bienestar de todos ,sin excepción, dejando de lado sentimientos de envidia y egoísmo, que minimizan la dignidad de la misma persona.
Ha sido intención de varios años atrás, de los gobiernos de turno, apoyar y fortalecer toda clase de emprendimiento, y es así como cada día surgen nuevas empresas, especialmente pequeñas, familiares, que tienen los mejores deseos de salir adelante en sus proyectos pero que al final fracasan en su intento en muchas ocasiones, por que la envidia de los vecinos aparece como primer obstáculo,difícil de vencer.
Colombia necesita una reingeniería ética y moral,que derribe ese gigante monstruo que nos quiere eliminar unos a los otros, como es el extremismo de derecha y de izquierda, creando antagonismos imposibles de erradicar, que no conducen a la convivencia pacífica, sino al crecimiento del odio y de la envidia, males que carcomen el corazón mismo de la comunidad.
Lo que observamos, en los pequeños negocios de nuestros barrios y pueblos, es un fiel reflejo de las grandes multinacionales, que crecen unas a costilla de las otras, no les importa llevarse por delante todo lo que no sea su afán de riqueza,la ambición cierra sus entrañas, sin tener en cuenta que todos no pueden ser primeros, que siempre habrá grandes y pequeños, que no existe la igualdad, que solo es un sofisma de distracción para engañar incautos, pero que sí se puede trabajar por crecer con dignidad.
En el país existen miles y miles de emprendimientos, dejemos que crezcan y se desarrollen para bien de todos los colombianos.