A diario las noticias en diversos sectores de la nación son nefastas. Asesinatos de toda índole, cometidos por toda clase de personas y grupos al margen de la ley.
Un porcentaje elevado de los homicidios son cometidos mediante la modalidad de sicariato que, infortunada-mente, aumentó en el último año, según cifras entregadas por el propio presidente de la República, y obedecen a retaliaciones por el control del tráfico local de estupefacientes, al menos es lo que en la mayoría de ruedas de prensa señalan las autoridades policiales.
Pero resulta que, a esos elevados números, hay que adicionarles los casos de muertes violentas relacionadas con el conflicto armado que también son impresionantes. Lo han sido durante las últimas décadas, con excepciones de cortos períodos de algunos procesos de paz, como el que llevó a cabo Juan Manuel Santos con las Farc.
Sin embargo, lastimosa-mente el tema de orden público en el país pasa no solo por esos grupos que conforman disidencias o grupos como el denominado Clan del Golfo, o las estructuras que operan en los centros urbanos a través de redes de tráfico de estupefacientes, sino que también, ahora hay grupos o bandas dedicadas al hurto de vehículos, de personas y establecimientos de comercio y casos de fleteo.
Por lo menos durante las últimas semanas varios hechos de esta índole han quedado registrados en cámaras de vigilancia de los propios locales comerciales que han sido afectados por el accionar de esos delincuentes.
Al parecer, serían bandas que llegan de otras regiones a municipios como Buga y Tuluá, generando zozobra y sensación creciente de inseguridad.
Entonces, ‘el palo no está como para hacer cucharas’, dice un viejo adagio. No es momento de improvisar. El gobierno Nacional debería prestarle atención a ese tema, si bien este ha sido un país violento desde hace muchas décadas, en los últimos meses la situación se acrecienta y más aún con el uso de redes sociales, donde todo se magnifica y se sabe.