A través de estos años hemos comprobado la actitud displicente de la mayoría de los congresistas que ocupan el recinto sagrado de la república en cuanto que, una vez elegidos, nunca más regresan a las ciudades y pueblos que recorrieron apresuradamente en la campaña electoral en busca de los votos necesarios para seguir gozando de sus privilegios, especialmente políticos, que deben pagar especialmente en momentos críticos, como el actual cuando el gobierno les pedirá, o mejor, exigirá la aprobación de una reforma tributaria, que para nosotros es una bomba de tiempo, ya que de llegar a aprobarse, la avalancha de protestas inimaginables se verán durante el resto del año.
Reiteramos que nada más injusto que elevar el costo de vida a todos los colombianos, aunque así no se vea en primera instancia, pero sí van a gravar los insumos agrícolas, como pesticidas, fungicidas, plaguicidas, productos necesarios para el sector, es obvio que repercutirá en el costo de producción y de contera afectará a los consumidores sin ninguna contemplación. De esta manera, de nada sirve que no apliquen el IVA a la canasta familiar, si por otro lado, le aumentan el precio de los alimentos agravado con la pérdida del valor adquisitivo, como consecuencia del índice de inflación que sube cada día y por lo tanto, cada vez se verá más disminuida la cantidad y calidad de los productos básicos de la canasta familiar.
Y otra pata que le nace al cojo, es la intención de aplicar el IVA a la población de estratos 4, 5 y 6 que ya tienen suficientes cargas sobre sus hombros, lo que repercutirá especialmente en la calidad de vida de la clase media emergente arrojándola más cerca de la pobreza de donde le costó muchos años de esfuerzo por salir para convertirse en impulsadores de la economía doméstica y de pronto le ponen un palo en la rueda que les impedirá continuar en ascenso y contribuyendo al crecimiento económico y desarrollo social del país.
Somos conscientes de la crisis fiscal del gobierno, pero creemos que para salir de esta olla, se debe acudir a otros mecanismos creativos sin afectar a la mayoría del pueblo, que no dudamos se volcará a las calles a protestar ante la avalancha de impuestos y gravámenes que los ponen en peores condiciones para sobrevivir, en un tiempo de una pandemia sin derrotar, que ha aumentado ostensiblemente el desempleo, que está quebrando a sectores como los pequeños comerciantes, que están ahogados, porque ya no tienen siquiera cómo pagar el arriendo y los servicios públicos, mucho menos a los pocos empleados de sus negocios.
Solamente, si hacemos un recorrido por estas ciudades intermedias, quedamos asombrados con la cantidad de negocios desocupados, la gente que se dedica a otros menesteres, como por ejemplo, el mototaxismo ilegal, porque han perdido sus pequeños almacenes o negocios y lo más importante es no dejarse morir de hambre. Y hasta el llamado a la desobediencia civil de los comerciantes, nos parecería lógico, si no fuera porque también ponen en peligro no solo sus vidas, sino también la de toda la comunidad.
Por estas y otras razones, creemos que la reforma tributaria es inoportuna, inaceptable, e injusta y los congresistas deberían ponerse en los pantalones de las clases populares, para que piensen en el futuro próximo del país, que puede empeorar gravemente o mejorar si se toman decisiones sabias y con sentido de solidaridad.