Desde hace casi un mes estamos viendo como en diferentes centros comerciales, almacenes, lugares de residencia han adornado con motivos navideños para celebrar con bombos y platillos la época más alegre y esperada del año: la navidad.
Sin embargo, año tras año, le vamos perdiendo el verdadero sentido de estas fiestas que, aunque tienen su toque económico, pues los comerciantes lo esperan para mejorar sus ventas, debería centrarse en el gran misterio de salvación que celebramos cada año por esta época.
La navidad no es solo regalos, buñuelos o comidas exquisitas que repartimos en esta época y que fortalecen los lazos de amistad y de vida familiar que debe primar en estos momentos. Es hacer presente una realidad espiritual por medio de la cual Dios Padre nos envía a su hijo para que naciera del vientre virginal de la Santísima Virgen María y naciera en un pesebre para iniciar así el proceso de salvación que nos traería Jesús con su muerte y resurrección.
Y para eso el Señor a través de su santa Iglesia, nos regala este tiempo de adviento para que preparemos nuestros corazones para que Jesús, que ya no nace en un pesebre, nazca de verdad en cada uno de nosotros y nos traiga la paz que tanto necesitamos y que proclamaron los ángeles en el momento del nacimiento del salvador del mundo “GLORIA A DIOS EN EL CIELO Y PAZ A LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD”.
Y la mejor manera de preparar nuestro corazón para el nacimiento de Jesús, es acercarnos nuevamente al sacramento de la confesión para tener así nuestra conciencia tranquila, al sacramento de la comunión para participar del cuerpo y la sangre de Jesús y en actos concretos de solidaridad con aquellos que más lo necesitan.
Visitar un enfermo o a alguien privado de la libertad, dar de comer a un hambriento, dar una buena orientación a quien lo requiera son la mejor manera de vivir este tiempo de adviento y esperar con alegría el nacimiento de Jesús. Que Jesús nazca de verdad en nuestra sociedad y podamos decir con alegría FELIZ NAVIDAD.