La paz es un requisito indispensable para que cualquier sociedad crezca, se desarrolle y produzca frutos sólidos de convivencia entre todos los pueblos y así ha sucedido a través de todos los tiempos y somos testigos que en nuestra región el esfuerzo por su consolidación se ha convertido en una constante histórica, pero actualmente vemos con profunda preocupación que nos estamos acostumbrando a una forma de violencia que sobrepasa los límites de indignación misma y estamos hablando de la aparición de personas decapitadas en nuestro municipio y otros cercanos y pareciera que se convierte en un hecho común y corriente que se deja pasar casi inadvertido catalogándolo y calificándolo como está dentro de la “normalidad violenta de la región y del país”, como cuando nos vamos acostumbrando igualmente a las masacres sucedidas en el territorio nacional.
No podríamos aceptar de ninguna manera que lleguemos a tal extremo de laxitud en materia de criminalidad desbordada que pareciera extraída de una película de terror cuando se descubren día tras día, cabezas desprendidas del tronco humano, ocasionando terror ante los familiares de las víctimas y por supuesto dolor y lágrimas como también incertidumbre, intranquilidad y desasosiego en la sociedad no solo tulueña, sino de la región centro vallecaucana.
Es preciso tomar conciencia real de la gravedad de los últimos hechos y no dejar rodar la bola de nieve hasta que se convierta en un gigante incontenible y amenace seriamente la sociedad, pensando que son situaciones tanto escabrosas como imposibles de encontrar a los responsables y aplicar la justicia con todo el peso de la ley.
No podemos caer en una malhadada cotidianidad de aceptar la sevicia como algo natural y dejar pasar los días muy campantes como si fuera algo común y corriente, sino que es urgente detener lo más rápido posible esta secuencia terrorífica y dotar a los servicios de inteligencia y a la autoridad competente de todos los elementos necesarios para investigar a fondo los actos delincuenciales, de tal manera que no se presenten disculpas y excusas para hacerlo en forma expedita, práctica, eficaz y responsable, que es lo único que puede exigir el ciudadano de a pié, para lograr la convivencia pacífica. Hemos recorrido un largo camino de violencia, se ha firmado un acuerdo de paz con bastantes dificultades, sin embargo se presenta un sentimiento de desasosiego generalizado que no conviene absolutamente para nada en materia de crecimiento y progreso regional, para nuestro caso en particular, tal como lo experimentamos en los terrenos de mediana y alta montaña. Y al mismo tiempo no es muy grato para nuestros conciudadanos haber adquirido el estigma de la violencia histórica en nuestros pueblos, que tiende a ocultar la gravedad de los últimos acontecimientos y es prioritario hacer realidad la seguridad ciudadana, que tanto se anuncia desde el alto gobierno, sin resultados prácticos en la vida diaria y trabajar por la pacificación de manera integral entre todos y cada uno de los órganos de la jurisdicción principalmente convocando a la comunidad a ser partícipes de un esfuerzo conjunto y mancomunado sin desfallecer cada vez que termina un período de gobierno. En otras palabras, así como se lucha contra la pandemia del Covid-19, de igual forma se debe hacer y con mayor razón, por la consecución de la paz duradera y estable.