Cada vez es más preocupante el creciente número de agresiones de que son víctimas los Guardas de Tránsito en las ciudades de Cali, Buga y Tuluá, hasta tal punto que nos atrevemos a pensar que en algunas ocasiones “temen” salir a cumplir con su trabajo, que no es otro que garantizar la movilidad de acuerdo con las leyes y normas de tránsito vigentes.
Y si temen por su integridad física y moral, es porque los hechos registrados así lo confirman cuando llaman la atención de los conductores una vez se comprueba que han cometido una o varias infracciones contempladas en la Ley, mientras que los afectados no quieren obedecer a sus instrucciones, tal como lo muestran diferentes medios de comunicación en varias ciudades, especialmente en las que a nosotros nos corresponde registrar con mayor frecuencia y que, desafortunadamente, parece obedecer a una desdichada cultura insertada en la sociedad actual tendiente a no acatar la ley en materia de tránsito.
No es coincidencia que en recientes hechos violentos, se hayan atacado e incendiado oficinas de Tránsito y Transporte, en donde el objetivo fue destruir las motocicletas, sumado a lo anterior se ha vuelto común ver cómo los propietarios de una moto, incendian llenos de ira, su propio vehículo, antes que cumplir lo ordenado por el agente respectivo.
Este deterioro de la autoridad y la actitud arbitraria de los conductores se ha venido presentando en forma alarmante, lo que conduce a que la ciudadanía, cada vez más, se siente atrapada entre el temor y el miedo, cuando transita por las calles de la ciudad, porque ya es común ver motos a toda velocidad, conductores sin el casco reglamentario, no acatan las señales de los semáforos, avanzan por cualquier lado de los vehículos. Y los guardas nada que pueden hacer por evitarlo.
De otro lado, nos parece que el número de guardas es muy reducido, mientras crece el número de vehículos como también la accidentalidad, tal como lo comprobamos a diario en las ciudades que estamos comentando, de donde se desprende la urgencia de hacer una reingeniería en esta materia, con urgencia y establecer una nueva manera de controlar la movilidad, de lo contrario se está dejando a la ciudadanía en manos de la anarquía vial que impone la fuerza de muchos de los conductores, especialmente de las motos.
No puede ser posible que el desorden, la desobediencia, la ilegalidad, venza a la autoridad legítimamente constituída por un presunto temor, antes por el contrario, es urgente ejercer la autoridad con todo su poder de persuación y legitimidad y para que así suceda, es necesario que los Guardas de Tránsito, cuenten con todo el apoyo de sus superiores, hagan cumplir la ley, con educación y cultura, sin convertirse en una amenaza, ante bien, con el poder del convencimiento acerca de la necesidad de vivir en orden, paz y convivencia, de lo contrario dejarían a la gente en manos de una anarquía vehicular inimaginable que podría convertirse en una peligrosa protesta colectiva incontrolable, cuando también observamos algunos grupos de gente que hacen retenes con el propósito de impedir un control sobre la violación de alguna norma de tránsito.