La gobernadora del Valle ha hecho una gestión discreta pero eficiente en estos 4 años y, como lo dije alguna vez, usó el método simple del ama de casa, que sabe exactamente dónde están sus utensilios de cocina, su lencería, sus adornos personales y conservando el orden en lo pequeño terminan administrando con eficiencia.
No ha sido una gobernación de obras grandes y más bien la herencia más grande que le viene desde cuando Ubeimar Delgado era gobernador, y que Dilian tampoco pudo terminar, es la maldición del puente de Juanchito.
Pero salvo ese pedestal de la ignominia, sus actitudes han sido prudentes aunque en algunos momentos ha tenido que ser recia, como le tocó cuando asumió la gravedad de lo que ahora llaman el estallido social y no vaciló en enfrentarse al alcalde Ospina, que pensaba muy distinto a lo que ella en su ordenamiento había concebido. Esta semana ha tenido que repetir su dosis de temple y lo hizo sin subir el tono de gallina papujona que hace respetar su nido y sin que le temblara la voz enfrentándose al presidente Petro de manera directa.
Lo atacó porque pese a las difíciles circunstancias de orden público que han tenido durante este último año, el presidente ha brillado por su ausencia y, sobre todo por su respaldo. Y lo hizo con una frase cargada de fuerza “muy importante que viaje por el mundo, pero debe estar es presente solucionando los problemas de su país”.
Días antes, frente al desgano conque la Unidad de Gestión de Riesgos afrontó el incendio de las lomas que rodean el urbanizado norte de Cali y amenazó la zona hotelera y comercial de Chipichape, fue igualmente dura preguntando públicamente por qué no autorizaban enviar el helicóptero con el sistema bambi para combatir desde el aire el incendio y dijo una frase que resume todo, “esa Unidad de este gobierno no previene un desastre, ella es un desastre”.
Así no hablaba en mi pueblo sino Misiá Verraca y a fé que ella lo hace igual.