Sintonizar los noticieros y ver lo caótico del mundo: peleas, hurtos, accidentes, guerras, hambre, asesinatos; soportar el bullying de los compañeros en el colegio; el acoso y la diplomacia laboral en el trabajo; en la calle el afán desaforado de la sociedad fingiendo cualidades y sentimientos que no se tienen, la doble moral de medir con diferente rasero lo que conviene o no; la desilusión de la traición de un ser querido. ¡Tanta hostilidad!
Hostilidad que hace del mundo un lugar áspero para vivir, lleno de personas antipáticas y agresivas. Lo dijo Gabriel García Márquez en su discurso de aceptación del premio nobel en 1982 -La soledad de América Latina- “…la violencia y el dolor desmesurados de nuestra historia son el resultado de injusticias seculares y amarguras sin cuento…”
El reciente conflicto en Catatumbo – Colombia, el conflicto entre Palestina e Israel desde el 2023, la dictadura de Pinochet en Chile de 1973 a 1990, la primera y segunda guerra mundial en 1914 y 1939, más de 200 años de esclavitud en Estados Unidos desde 1619 a 1865, etc. Solo por nombrar algunos hechos en los que se han presentado múltiples violaciones de derechos humanos y que han buscado exterminar a otros pueblos por la diferencia. Esta realidad desvergonzada nos deja sin aliento, menoscaba la esperanza y hace destilar de tristeza los infames de la sociedad.
A pesar de la maravillosa inmensidad del cosmos hay mucha maldad en él, ya sea por guardar las justas proporciones o por el equilibrio que debe haber en todo, pero con regularidad suele sentirse el ímpetu de la pesadez, la desdicha y el odio que hay en cada individuo y que desborda el ser. La labor de todos debe ser reivindicar esta sociedad con solidaridad, empatía y amor, pues no es justo que las niñas, niños y adolescentes crezcan en un mundo tan cruel.