Es una lástima que la paz del presidente Santos hubiese durado tan poco en buena medida por la no implementación de los acuerdos de La Habana en el mandato de Iván Duque y que la paz total del gobierno Petro sea hasta ahora una quimera que se diluye en el horizonte de la zozobra y la desesperanza, mientras que en el medio se encuentra la ciudadanía inerme sintiendo como las detonaciones de la guerra siguen escuchándose y multiplicando en todos los rincones de la patria.
Tristemente el Valle del Cauca está inmerso en esa realidad con las bandas delincuenciales operando a sus anchas en los centros poblados y un conflicto en la zona montañosa que se agrava todos los días sin que se avizore una salida dialogada a corto plazo, pues cada día las posiciones de las dos guerrillas en contienda están más distantes del Estado y sus pensamientos de paz.
La zona rural del sur, centro y norte del departamento hoy se encuentra en medio del conflicto generado con la aparición de las disidencias de las Farc que se han tomado los espacios dejados por la institucionalidad. El panorama se hace más grave en las montañas de Buga, San Pedro, Tuluá, Bugalagrande y Sevilla donde a falta de una hay dos disidencias operando bajo los nombres de las columnas Adán Izquierdo y el Bloque 57 que no solamente enfilan sus acciones contra la fuerza pública sino que también están acabando con la vida de líderes y campesinos envueltos en medio de dos fuegos con el temor latente de ser señalados de pertenecer a uno u otro bando.
No es mejor el panorama que hoy se percibe en las zonas limítrofes de Trujillo y Bolívar, donde al parecer y según los reportes de las mismas autoridades, han llegado los tentáculos del llamado Clan del Golfo, que intensificó su accionar delictivo en el 2024 con una serie de hechos violentos que ha proseguido en el nuevo año con varias acciones que despiertan incertidumbre entre los habitantes de esta región que lleva décadas tratando de borrar las huellas y marcas del pasado.
Nadie puede negar que hoy en la zona montañosa tan próspera y diversa, se respira el miedo en el aire, y la preocupación aumenta todos los días aguardando que los anuncios de intervención del Estado pasen de ser solo eso para convertirse en una realidad que contenga respuesta armada, pero que a la vez posea un componente de inversión social en los territorios.
En ese orden de ideas en la región centro y norte se espera que los batallones de alta montaña para Sevilla y Paila Arriba y la base militar en la zona de Barragán y Santa Lucía anunciados por el ministro de la Defensa, Iván Velásquez y la gobernadora Dilian Francisca Toro se traduzcan en hechos concretos con acciones que le devuelvan la tranquilidad a la región y de esta manera recuperar la confianza de los habitantes de la zona montañosa y de aquellos que confiados en la paz que se respiró por un poco tiempo ante la desmovilización de las FARC, hicieron inversiones para aprovechar la diversidad paisajística y productiva de la zona rural media y alta del Valle del Cauca y el país.
Hoy es perentorio que los gobiernos locales, regionales de la mano con el nacional, le devuelvan la tranquilidad a nuestra montaña, pues además de ser despensa agrícola indiscutible, es una fuente incalculable de recursos a través del turismo, uno de los sectores que más dividendos le generan al país, pues le da vida a la economía circular de la que tanto habla el gobierno de turno.