El gobierno no ha profundizado en la problemática económica del país y se lanza a presentar una reforma tributaria, mal llamada de transformación social y sostenible, movido por el miedo al empobrecimiento de las finanzas públicas y como en todos los lugares, achacándole el problema a la pandemia del Covid-19, lo cual está lejos de la verdad, que no es otra cosa que la falta de imaginación creativa e iniciativas que permitan el desahogo oficial y le concedan un respiro, que realmente es necesario.
Ha sido el resultado del esfuerzo de más de una década de los gobiernos anteriores que la clase media se ha fortalecido, ha crecido, y ha podido acceder a mejores bienes y servicios, que permiten un crecimiento en los recaudos del Estado, cuando igualmente se mantuvo un nivel de empleo inmejorable que desafortunadamente se vino abajo como primera consecuencia fatal de la pandemia. Y ahora viene esta propuesta de gravar más a este sector, lo que de inmediato la hará descender a otro nivel, del cual ya había salido con mucho esfuerzo y tesón y en el cual se sentía cómoda y con ganas de continuar en ascenso. Es un golpe mortal.
Pero ni hablar de la primera intención, que parece que ya no va, la más contraproducente, es la de gravar algunos alimentos básicos de la canasta familiar, con el cuentico ese, de que se les devolverá el IVA a los más afectados, cuento que nadie se lo cree. Es impensable, cometer este error craso, en estos tiempos para todos difíciles, pero con mayor énfasis, para las clases populares, es triste y dan ganas de llorar, tanta ceguera, insensatez y poca visión futurista. Estamos en un tiempo muy difícil, en una pre-temporada de elecciones presidenciales, enmarcados en guerras contra la subversión en sus varios frentes, en el aumento de los precios de los alimentos a diario, en un marco de inseguridad impresionante, como nunca se había presentado, y el gobierno contraataca inoportunamente, aduciendo un desierto en las arcas públicas.
Asimismo, tampoco es viable ni acertado, gravar el monto de las pensiones, por altas que sean, pues si el mismo Estado las ha otorgado, los beneficiados no tienen porqué cargar con la culpa, y ahora les viene a frustrar sus aspiraciones a gozar de una relativa tranquilidad económica a todos, porque se pone en un estado de zozobra a los que tienen una pensión inferior, ya que es lógico pensar que llegarán tiempos más difíciles que el actual y también los podrán cobijar futuras medidas exancionistas.
Hasta es paradójico, que se unan en el rechazo a esta reforma, los sectores de la oposición, de izquierda y otros de tendencia social demócrata, en el Congreso de la República, sumado a todo lo anterior, las dificultades propias de las discusiones virtuales y no presenciales, que le quitan efervescencia y calor a los debates.
El gobierno debe amarrarse los cinturones, luchar con más ahínco contra el contrabando y la corrupción latente, evitar al máximo el despilfarro de los recursos públicos en atenciones, inauguraciones, bienvenidas y condecoraciones y de otro lado, examinar con lupa, en dónde es que debe meter la mano y no perjudicar a los que hacen las cosas bien.