Nadie quiere discutir con su pareja, ni con el amigo o el vecino, y mucho menos con compañeros de trabajo u otros; la mayoría de las personas buscan estar siempre en sinto-nía, en paz, en modo amabilidad, diplomático, con actitud resolutiva y jovial. Sin embargo, por más que se desee vivir así la mayor parte de la vida, el conflicto llega.
Es comprensible que las personas tengan límites y que los exijan a las demás de su contexto; por lo que el conflicto también es necesario para replantear relaciones, evaluar y mejorar en el camino.
Al final del día, o de la semana, puede ser que cada vez que una persona tiene la valentía de expresarle a su contraparte todo aquello que le incomoda, no lo hace con el fin de romper la relación amorosa, de amistad o de negocios para siempre, al contrario; el esfuerzo de tener que lidiar con el momento, el drama, la discusión leve o acalorada, no tiene otro objetivo que el deseo interno o el anhelo profundo, de que las cosas entren en un estado de consciencia, de acabar con la no conformidad de raíz y mejorar en todos los aspectos posibles para crear un punto de inflexión hacia el lado positivo que resulte en una relación más sólida y duradera.
De allí que sea tan relevante, que en toda empresa exista un buzón de preguntas, quejas, reclamos y sugerencias, pues, es el papel y el bolígrafo el único medio de comunicación directa que a veces hay entre el cliente y la alta gerencia, para mejorar la relación comercial o la atención al cliente en el largo plazo, lo que a su vez genera una fidelización de ellos.
En el amor es igual, solo hay que estar dispuesto a escuchar y a enmendar el error para lograr el mismo fin.