Hace unos días recordé la forma como me “educaron” en el colegio, cuando el año escolar terminaba en junio. Un profesor muy particular se burlaba de las que nos quedábamos en refuerzo recuperando materias para poder pasar el año, a diferencia de aquellas alumnas que sí se iban a vacaciones tranquilas y ganaban el año en limpio, dibujando alrededor de la palabra junio un sol, nubes y mar, muy pintoresco, quizás hoy sería bullying, para la época nos reforzó el carácter; a él lo recordamos con cariño, hizo parte de los activos vivos de tan prestigiosa institución.
Yo, fui una niña inquieta, de alta demanda, hiperactiva, de atención dispersa y habilidades significativas en áreas como la danza, el teatro, el deporte, las lenguas, las ciencias sociales, humanas y con poca destreza para las matemáticas y las ciencias duras, o quizás eso me hicieron sentir y creer porque no supieron, metódicamente, enseñar a una infante como yo. Incluso, recuerdo que dicho profesor me sacaba de clase, muy seguido, por su imposibilidad de hacerme prestar atención, impotencia y frustración de no hacerme encajar en el molde de la quietud, la delicadeza y la sumisión.
Hoy, con un poquito de conocimiento que me brindó la academia y la vida laboral, pienso que pudieron vulnerar mis derechos a la educación, al libre desarrollo a la personalidad y que me ‘educastraron’, pude haber sido una gran bailarina o artista; con las herramientas que había no supieron moldear este diamante en bruto, castrando mi creatividad, limitando mi potencial en las relaciones públicas y llenándome de miedos, miedos con los que hoy combato.
Sin duda, fue en uno de los mejores colegios del centro del Valle y mis padres hicieron esfuerzos económicos para tenernos allí a mi hermana y así. De ese lugar me quedaron mis mejores amigas y los recuerdos más lindos de mi niñez y adolescencia. Sin embargo, tengo ese sin sabor de lo que pudo haber sido mi vida si la educación recibida hubiese sido diferente. Padres y docentes: guiemos a nuestras niñas, niños y adolescentes, porque el sistema solo quiere niños sentados, quietos, pegados de los celulares, que no piensen, ni protesten, seres conformes que no sueñen más allá de ser peones dentro del gran engranaje de la adultez.