Cuando una gran montaña comienza a agrietarse se dice que muy pronto se caerá en forma definitiva si no se le ponen los correctivos que impidan una catástrofe que podría arrasar con todos los habitantes de un pueblo o de una región.
Así vemos al país a lo largo y ancho de su geografía maravillosa y paradisíaca, paradójicamente, cuando la violencia se toma las calles de los pueblos, los subversivos controlan las carreteras y ciudades, se escucha el eco de las explosiones y la extorsión impide el trabajo de la gente honesta y responsable que ha servido sin descanso con su laboriosidad a la convivencia pacífica.
Es inaudito que el derecho a la protesta se haya desvirtuado en sus objetivos y fines para llegar a tan bajos niveles de intolerancia, cuando de un momento determinado, se cierran vías, bloquean avenidas, impiden la libre movilidad de la gente y las autoridades brillan por su ausencia, tal como ocurrió en esta ciudad durante el desafortunado paro de camioneros, dejando una persona muerta, como consecuencia del enfrentamiento entre el mismo pueblo apabullado y apesadumbrado, corriendo a toda prisa a sus lugares de trabajo y luego entre el temor y el miedo regresando a sus hogares.
Todas las consecuencias económicas, alimentarias y de salud, debe pagarlas el alto gobierno, porque no movió un solo dedo para impedir el paro, no tomó las medidas preventivas del caso y ubicar las autoridades de policía en los sitios estratégicos para permitir el libre paso vehicular. Siempre ocurre lo mismo.
Ahora bien, ya se hizo costumbre que se protesta por cuanto se le ocurra a un sector de la población determinado, se vuelve a obstaculizar el tráfico, se queman llantas en las vías, se atraviesan palos y piedras, y quienes lideran estos movimientos, se convierten en autoridades transitorias, porque se toman la ley por sus propias manos.
Es un riesgo trasladarse de una ciudad a otra, porque de un momento a otro, salen con las protestas a taponar vías, como las del departamento del Cauca, para no ir muy lejos.
Es imposible que el gobierno logre la paz total, especialmente con grupos que por años y años se acostumbraron a la violencia para sobrevivir, nunca han trabajado, cogido un azadón, cortado un racimo de plátano, sino que se han aprovechado del poder de las armas para someter regiones enteras.
El país se encuentra agrietado, no hay quien tape las heridas, el enfrentamiento entre el ejecutivo y el legislativo es palpable, mientras que las autoridades de policía se mueven entre la espada y la pared, obedeciendo a los mandatos del soberano y temiendo el rechazo de las multitudes.
Cada minuto, se destapan más ollas podridas, que a veces se usan como sofismas de distracción, para no dejar ver los problemas graves que padece la inmensa mayoría.
Lo más seguro es que las reformas que con bombos y platillos anunció el gobierno no pasen en el Congreso de la República, ya no hay tiempo, las próximas elecciones que se avecinan copará todas y cada una de las horas de los congresistas, tal como se nota al aparecer los primeros aspirantes a la presidencia de la Nación.
La puja por el poder impide ver el bosque de los problemas sin resolver.