Vivimos un momento de desarraigo y relativismo desenfrenado en donde disfrutar del momento se convirtió en el pan de cada día y lentamente desaparece la historia, estamos rodeados de una juventud que no tiene historia, no tiene raíces ancestrales, que en una carrera hacia el éxito, no mira hacia atrás, en sus antepasados, ni siquiera en su entorno cercano y familiar, de tal manera que hace todo tratando de competir con la rapidez de las redes sociales.
Así que hablar actualmente de la Feria de Tuluá y Guadalajara de Buga, para poner dos ejemplos, que se avecinan, su magnífica historia no les interesa, tal vez les importa poco sus inicios, pero sí mucho, las orquestas, porque la rumba es su único objetivo y el esfuerzo, la pasión, el sentido de pertenencia a su ciudad, ha desaparecido por completo. Hacer el esfuerzo máximo por la organización de estos eventos, que generan empleo, ocupación a cientos y cientos de grupos familiares, unidos en el trabajo para lograr sus objetivos inmediatos, por ejemplo, elaborando con sus propias manos la mercancía, soñando con la ganancia de unos pocos recursos económicos, que le permitan un mejor modo de vida y al mismo tiempo disfrutar del contacto de la gente, del bullicio callejero, son momentos inolvidables para la gente.
Vemos con preocupación que la exacerbación de la crítica, opaca y ensombrece los eventos que han hecho historia en nuestros municipios a que hacemos referencia, y tal vez es necesario redoblar el trabajo para presentar ante propios y extraños, el fruto del trabajo de la región, del país, como resultado de los nuevos avances en los sectores productivos, es la oportunidad, para contar la historia, para apoyar el comercio y la industria en todas sus áreas y diversificaciones.
Recordamos ahora, que en otros tiempos, hombres y mujeres, esperaban con beneplácito estos eventos feriales, porque allí se sacaba lo mejor de la tierra, los mejores ganados, los mejores frutos de la tierra, el encuentro de las familias, de amigos, los parientes, esos amigos y amigas que viven en el extranjero, regresaban, era un tiempo de fiesta, alegría y satisfacciones reconfortantes.
Es importante rescatar ese ímpetu que le dieron nuestros antepasados a los eventos feriales, como también ese espíritu de pertenencia, de solidaridad, de compañerismo, de trabajo común, de esfuerzo compartido, para que continuemos esa línea que trazaron hacia la prosperidad y la solidez institucional.
No podemos seguir en una carrera desembocada, como consecuencia de la eficiencia exigida por la modernidad, y en este sentido, debemos pensar en la importancia de los educadores, para que inculquen en los niños y niñas, ese arraigo, esa querencia por la ciudad, sus gentes, sus esfuerzos compartidos, que conozcan la historia del municipio, es muy posible, que desde los pupitres de las escuelas y colegios, florezca la paz, la convivencia pacífica, el amor por lo nuestro, sin entrar en nacionalismos inapropiados, sino abriendo las manos hacia el futuro con optimismo y esperanza.
Es necesario tejer una sociedad, que sin olvidar el pasado, avance con pie firme para el progreso y la prosperidad y se refleje en estos acontecimientos que han hecho historia en nuestros municipios, dejando de lado esa manía de pensar que en otros países se vive mejor, antes por el contrario, incentivar el amor por nuestras comunidades parroquiales para recuperar el sentido de pertenencia.