Por estos tiempos de fin de año, en donde las celebraciones se acostumbra alegrar con el uso de la pólvora, se hizo común la estadística de quemados en el país mientras que las autoridades hacen campañas inútiles y las víctimas se acrecientan con su manto de dolor y de llanto en las familias.
Han pasado muchísimos años tratando de combatir este flagelo que trae como consecuencia daños gravísimos en salud, bienestar y convivencia, tal como se demuestra cada año que pasa y ahora mismo estamos en el ojo del huracán porque es el centro del Valle el lugar de mayor número de víctimas por el uso inadecuado de la pólvora
Y no son solamente los humanos que pagan los platos rotos, sino que se descubre el susto y daño ocasionado a los animales en general, para nuestro caso, las aves de corral, los perros y los gatos, que por tener el oído mucho más desarrollado, se convierte el estallido de la pólvora en una explosión terrible e inexplicable, que les puede causar hasta la muerte.
Así mismo, los desperdicios que deja un elemento quemado, como el papel y el gas carbónico, contamina el medio ambiente en directo, todo en contravía del mundo ambientalista que habita en la mentalidad de la gente, especialmente la gente joven, tan amante de la naturaleza y los animales.
Ya está comprobado que la legislación vigente no basta para disminuir la accidentalidad y mientras las autoridades de policía se esfuerzan por hacer cumplir la ley, desde el 1° de diciembre comienzan a escucharse los estallidos de los cohetes, papeletas y tronantes, en las calles de todos los pueblos y ciudades del país.
No puede ser posible tanta ignorancia, pero sobre todo el respeto por la integridad física de las personas, tal como se aprecia en las salas de quemados de los hospitales, donde se aprecia el drama y dolor de las víctimas, sean niños, niñas, adolescentes y adultos.
Y es urgente que se adelante una campaña inmediata ante los fabricantes de pólvora, que bajo la apariencia del empleo, justifican la tragedia del resto de personas, lo cual no puede aceptarse de ninguna manera, porque están elaborando instrumentos para la muerte y no para la vida, lo que es hasta paradójico, pues por unos pocos momentos de luces, colores y jolgorio, se pasa a las lágrimas surgidas de la tragedia.
Ya es tiempo de prohibir totalmente la fabricación de pólvora, ni para castillos, ni juegos pirotécnicos, ni fiestas especiales de cualquier tipo, estamos cohonestando la tragedia, antes que el bienestar de la gente, así se comprueba cada año y como dice el argot popular, “no más aguas tibias” en los procedimientos para decomisar toda clase de pólvora de uso presuntamente amigable, de lo contrario continuará la venta, comercialización y distribución ambulante, por las mismas calles de las ciudades frente a las “narices” de las autoridades.
El uso de la pólvora debe limitarse al manejo necesario para las grandes mega obras y otras actividades en función del desarrollo económico y social del país.