Hace aproximadamente dos décadas apareció el término “posverdad” para indicar la distorsión deliberada de la realidad que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales. La experiencia ha demostrado que sus consecuencias son fatales para la deslegitimación de un gobierno y la desestabilización democrática impulsada por los especialistas en publicidad en el manejo de las redes sociales y el internet.
Ejemplos claros fueron reflejados en la elección de Donald Trump en Estados Unidos y la salida de la Unión Europea de Inglaterra (Brexit). Para nuestro caso en particular, estamos cayendo paulatinamente en manos de las noticias falsas, manipulación de la opinión pública y clara distorsión de la realidad que igualmente profundizan la polarización del país, en especial, después del denominado “estallido social” y posterior elección del actual presidente Gustavo Petro.
Es innegable, que de una u otra manera, todos los ojos de la oposición política del actual gobierno están siempre listos a rechazar cualquier iniciativa proveniente de las toldas del cambio propuesto, mientras que sus contrincantes no cesan en lanzar epítetos de vieja data, contra el actual régimen democrático que nos rige. Es un recio ataque diario y permanente en contra de los supuestos 200 años de “opresión contra los oprimidos” que han creado una sensación muy profunda de que nada sirve, que los congresistas, todos, son ladrones, sinvergüenzas, usurpadores, mentirosos, entre otros calificativos que no vale la pena describir, y en consecuencia el pueblo se la cree, y desde las bancas de los parques, hasta los más apartados rincones del país, vivimos un clima de desconfianza total, en todo lo que tiene que ver con el sector oficial. Ya han pasado varios años que nos mantienen en este vaivén y aupado, hoy más que nunca por las redes sociales, que no escatima esfuerzo algún o para agigantar cualquier error cometido por sus representantes en todas y cada una de las corporaciones públicas.
Hemos experimentado el desgaste y debilitamiento de los partidos tradicionales, han surgido toda clase de movimientos políticos para llegar paulatinamente a vender en la política la sola imagen personal de los aspirantes a los cargos públicos, así que desaparecieron los debates ideológicos, para centrarse en propuestas más concretas que poco más o menos los candidatos se comprometen a cumplir en el caso de ser elegidos. Y aparecieron los ataques personales, los insultos y finalmente las violencias, las amenazas y los asesinatos, que tienen en vilo no pocos, municipios del territorio nacional, en donde podrían estar en peligro las próximas elecciones, que es precisamente uno de los objetivos de la “posverdad” como es la no aceptación de los resultados electorales que conduce directamente a la desestabilización democrática, porque se agrega a lo anterior, la desconfianza en la justicia, en los mismos medios de comunicación tradicionales y el actual régimen.
Y a veces, se establecen frases de bolsillo que pretenden minar la mente de los pueblos, como esa de que se desea que “todo debe cambiarse, para que nada cambie” y se continúa sucesivamente utilizando las creencias y las emociones de la gente en su beneficio, para acceder al poder y es cuando surgen los “mesías” falsos como los únicos salvadores de una nación que se convierten al cabo de los pocos años en los máximos dirigentes populistas que tampoco podrán resolver los graves problemas que afectan a la inmensa población vulnerable.