Navidad, época en la que nos disponemos a darle cierre a un año donde compartimos nuevas experiencias y nos preparamos para recibir uno nuevo que nos traerá fe, esperanza y bendiciones; sin embargo, este año que termina ha sido diferente, pues de una forma inesperada y sin estar preparados, el mundo se detuvo y hasta la familia más unida se vio afectada, ya que nos vimos obligados a mantener distancia con nuestros familiares, y vimos apagarse la luz de la vida de un ser querido.
En el dos mil veinte no pudimos tener una festividad tradicional llena de abrazos, reuniones, deliciosos platos navideños preparados en familia, villancicos cantados a todo pulmón y agradables conversaciones llenas de risas, lágrimas y comprensión; el año pasado la navidad fue como una llama que se extinguía poco a poco, porque además de no poder compartir los mismos espacios, muchas familias enfrentaron pérdidas y nos arrepentimos de no haber expresado nuestro cariño en el momento oportuno a seres queridos que se han ido.
Después de todos estos altibajos que no nos han permitido permanecer tan unidos como quisiéramos, más que nunca debemos apreciar cada segundo que pasamos con esos abuelitos que nos han brindado tanto cariño durante años, con esos tíos que no vemos todos los días, con nuestros padres a quienes tenemos tanto que agradecer y a esos familiares que han estado en todo momento para nosotros; Es hora de revivir la tradición del contacto, de acortar los kilómetros que nos separan, no solo de forma física, ya que el recordar y llamar a esa persona lejana que hemos dejado de ver para desearle un próspero año, también nos acerca.
En estas fiestas estemos unidos con las personas que han mantenido viva la llama y el fulgor del amor que supera las barreras de la enfermedad, la distancia y la pérdida, para adornar nuestro hogar con lucecitas de amor.