El mes de noviembre de 1985, hace ya 40 años, estuvo marcado por dos acontecimientos que trascendieron la historia de Colombia y que dejaron una huella imborrable, no solo en las víctimas sino también en el alma de todos los colombianos.
En primer lugar, la masacre del Palacio de Justicia y aunque uno de los victimarios, el hoy presidente de la República, pretenda establecer que fue un acto heroico de un grupo criminal, fue toda una masacre donde los magistrados de la corte fueron asesinados por ese grupo de bandidos. Aún quedan muchas preguntas en el aire y que yo sepa no solo nunca se reparó a las víctimas y nunca, léase bien, nunca fueron judicializados los autores de semejante barbarie.
No se trata de echarle sal a la herida, pero sí considero que el país exige justicia frente a este hecho que en mi opinión es lo peor que le ha pasado a nuestra democracia y al país en general. No se trata de justificar este hecho diciendo que fue heroico, como lo afirma el presidente Petro se trata de asumir la responsabilidad y al menos pedir perdón a los familiares de los magistrados y de tantas personas que perdieron la vida en esta tragedia.
El segundo acontecimiento, fue la tragedia de Armero, una población del Tolima que fue arrasada por la avalancha provocada por el deshielo del volcán Nevado del Ruiz y que causó la muerte de mas de 22 mil personas.
Allí las escenas vividas causaron un inmenso dolor, hasta el punto de que el Papa San Juan Pablo II en el año 1986, tres años después de la tragedia, no solo lamentó lo sucedido, sino que hizo una sentida oración por las víctimas al frente de una gran cruz que simboliza aún la tragedia de ese momento.
Hoy elevamos nuestra oración por las víctimas de ambas tragedias que siguen doliendo el corazón de las familias y de todos los colombianos de bien que queremos justicia y paz de verdad.








