En días pasados, fui testigo de la marcha que cientos de jóvenes protagonizaron para inaugurar, de manera oficial, los Juegos Intercolegiados en cada uno de los establecimientos educativos de nuestro municipio de Tuluá. Fue algo muy bonito, lleno de colorido, de manifestaciones, de alegría de nuestros jóvenes que ven en el deporte una manera de construir la paz.
Al final de la marcha, nos congregamos en el coliseo Benicio Echeverry para participar de los actos protocolarios y de las manifestaciones artísticas preparadas por los estudiantes de diferentes planteles educativos.
Grandes coreografias, que seguramente llevaron muchas horas de ensayo, movimientos rítmicos y llenos de erotismo y de sensibilidad para los jóvenes que participaron que gritaban de la emoción a ver dichos bailes. Sin embargo, no había absolutamente nada que trajera a colación nuestra cultura colombiana.
Da la impresión de que ritmos musicales tales como la cumbia, el mapalé, el bambuco, el pasillo, el joropo, incluso la salsa tan arraigada en nuestro Valle del Cauca y, en fin, tantos bailes que tenemos dentro de nuestra riqueza cultural han desaparecido de la mente de nuestros jóvenes y por ende de las generaciones futuras.
En esto todos tenemos la culpa, en los hogares porque somos felices viendo como nuestros niños desde muy corta edad ya mueven sus pequeños cuerpos de manera erótica y les aplaudimos dichos bailes como el reggaetón; los colegios porque nuestros maestros, y me perdonan mis colegas, no volvimos a practicar bailes colombianos, sino que dejamos que ellos preparen para las fiestas de la madre o las izadas de bandera, ese tipo de ritmos olvidando lo nuestro.
De los medios de comunicación social, sobre todo las emisoras de música bailable, que han dejado en el olvido nuestros ritmos musicales para cambiarlos, por aumentar el rating de la emisora, por los ritmos que piden nuestros jóvenes. Canciones que por demás dejan por el suelo la dignidad de la mujer, la cual tratan como producto sexual.
Colombia tiene una gran riqueza musical y no podemos dejar perder ese patrimonio que hace parte de nuestra cultura para cambiarlo por ritmos vulgares, con letras denigrantes y que acaban con lo más hermoso que es nuestra tradición musical.