Ha sido mucho lo que se ha ganado desde que los mataderos municipales pasaron al sector privado y se convirtieron en frigoríficos que tienen como fin esencial nuevos métodos de manipulación, corte y conservación de la carne que permitan la preservación de la salud de los consumidores y al mismo tiempo ingresar en una nueva vía de comercialización, de tal manera que los precios del mercado sean más equitativos.
Pues bien, ahora el Presidente Petro encendió la mecha de nuevo, al lanzar la propuesta de regresar a esos tiempos, en donde el sacrificio se hacía casi a la vista del público, la sangre de los animales sacrificados corría a borbotones por el piso en cemento que, en su mayoría, se desperdiciaba al caer directamente a la alcantarilla y se convertía en un espectáculo casi macabro al escuchar los chillidos de los cerdos y ver el destajo de los animales por parte de los empleados expertos en esta materia.
Lo más grave que se veía era el desaseo, la falta de higiene, la desorganización y la ausencia de un estricto control de parte de las autoridades correspondientes, mientras que el producto esperado en las galerías respectivas era una competencia de fuerza, habilidad y astucia, en donde no importaba la calidad, sino el llegar en primer lugar y vender al mejor postor.
Si se pretende rebajar el precio de la carne, creemos que regresar a esa vieja etapa ya superada con creces, no es la mejor manera de hacerlo, porque también se regresaría de inmediato al poder politiquero de los mandatarios locales, y se convertirían en otro fortín para ganar adeptos y amarrarse en el trono municipal. En otras palabras, se daría vuelta entera a las viejas manías ya mandadas a recoger desde tiempos atrás, que solo han dejado una estela de corrupción que aún no termina.
Si tenemos un país polarizado, estas propuestas profundizan las posiciones de los colombianos y en lugar de favorecer la democracia la debilitan en su núcleo fundamental como son los municipios. Tal vez, se podría pensar en mirar hacia lo que el propio mandatario denunció como el problema de los monopolios en la distribución de la carne y no buscar el “muerto río arriba” sino empezar por la cabeza y al mismo tiempo analizar la exportación de este alimento básico y necesario para la gente del común, al cual ya no tiene acceso, porque pareciera que toda se va hacia el exterior.
Aunque a primera vista, fuera una buena idea, no es lo más aconsejable, pues hemos escuchado una y mil veces, que es mejor “construir sobre lo construido” y desterrar la idea de “tierra arrasada”.
Creemos que se debe avanzar sobre la mejor forma de producir más y más ganado con la aplicación de la mejor técnica posible, para evitar el daño ambiental, poner freno a la exportación desmedida, reprimir a toda costa, la especulación y los monopolios, favorecer de inmediato a los pequeños ganaderos con el apoyo necesario para asegurar su rentabilidad y la popularización del consumo.
Y no puede estar lejos, una campaña novedosa sobre el cambio en las costumbres sobre la alimentación e introducir en la mentalidad colombiana otras alternativas que beneficien igualmente el bienestar de todos.