Consejos de seguridad en Tuluá, Cartago, Cali, Candelaria, también en Buenaventura, solo para mencionar algunos de los que se han realizado en los primeros días de este año en el Valle del Cauca. Cosa que no está nada mal siempre y cuando permitan la prevención de delitos de alto impacto.
Pero infortunadamente se realizan como respuesta a algún hecho violento o ante la presencia de alguna amenaza tangible en contra de las propias autoridades o de un segmento de la población.
Hace algunas décadas, el reto en materia de seguridad era ‘combatir’ a los grupos subversivos, a las guerrillas, llámese Farc, ELN o a las AUC. Ahora esos grupos mutaron, se hacen llamar o los llamamos disidencias y están agrupadas de diversa manera. Lo que en algún momento fueron las AUC, también se transformó, no se acabó, sino que derivó en otras facciones.
Pero el objetivo hoy no es solo desvertebrar o llegar a un acuerdo con esas organizaciones, sino que hay otro flagelo más preocupante que el Estado apenas empieza a mirar. Hablamos de las bandas locales, que fueron creciendo de a poco y que ahora tienen tentáculos enormes, con los que tratan de poner en jaque la institucionalidad en muchos territorios.
Fueron creciendo a la sombra, hace varios años también, ante la mirada indiferente del mismo Estado, que solo los perseguía a cuentagotas y con operativos que en algunos casos dieron resultados inmediatos, como capturas, pues en casi todo el país los comandantes o cabecillas de esas estructuras están detenidos, sin embargo, su accionar crece y el Estado apenas empieza a darse cuenta.
Por ello, ante el incremento en muchas regiones de atracos de diversa índole a personas, al comercio, o el hurto de vehículos, para citar solo algunos ejemplos y ni qué decir de otros delitos de alto impacto, sigue siendo una necesidad sentida para la población que se empiece a sentir la acción del Estado, que por fin se den cuenta de que el país está a punto de salir de control si no se actúa con celeridad pero con inteligencia, no solo con pie de fuerza.