La muerte de Hernando Vicente Escobar García, almirante de la vida, caballero de todos los días, pensador sereno, como los Escobar, estremeció nuestro ser, lacerando la debilidad de nuestras carnes.
En EL TABLOIDE, damos crédito a las personas, quienes aparentemente son anónimas, porque carecen de pretensiones vanidosas. Su saber los hace humildes, sencillos, amigo de todas las personas quienes lo saludaban, era un caballero.
Su caminar lento, sus ojos de águila, le daban cuenta de lo que pasaba a su alrededor. Amó a Tuluá con sus cinco sentidos, cantó a la vida con la risa que sabe disimular lágrimas y supo cultivar en los jardines de su alma, desde la magnolia de marfil hasta el epigrama de alas de oro.
Fascinante conversador, viajero que poseía alfombra mágica para trasladarse a las nubes del sueño. Su cortesía era como una flor lacustre; y debajo de ésta se sentía correr, con profunda suavidad, el agua lenta de nuestros ríos en serenidad.
Tuvo la gracia que le permitió ser maestro de la sonrisa, genio de la ironía en sus notas de humor. Fue, ante todo, un vallecaucano que había subido alegremente a la piedra de los sacrificios, solo para demostrar que la vida no es más que una ofrenda.
Le conocí presentado por los temas de la cultura y del arte, aprendí a respetar la pulcritud de su vida. Vida con ascendencia constante a la dignidad. Era su propio juez. Ya que, por razón de su vida proba y Augusta, nadie se atrevía a juzgarlo.
Fue una persona de valor, sabía que, sin coraje, no hay honor. Amante de la verdad, la que consideraba su tesoro más templado en la fragua del honor. Era un virtuoso en el sentido exacto de la palabra.
Con él, y el gran exponente de la poesía, Omar Francisco Ortiz Forero, en la Colección Cantarrana de la Uceva editamos la novela, que estaba perdida en la memoria de los colombianos, Misterios de la Vida, de la escritora tulueña del siglo XIX Mercedes Gómez Victoria, primera novelista en Colombia.
Fue la imagen de la honestidad y de eso da fe el escritor Álvarez Gardeazábal, pues Hernando Vicente, fue la persona de su plena confianza. Del fallecido podemos decir con José Ingenieros, que pertenecía a la estirpe de los ´Santos del honor, de los poetas de la dignidad.