Mañana domingo 31 de octubre se celebra lo que hemos denominado “Día de los niños, niños”. La mayoría de las fiestas tienen carácter comercial, como ésta de influencia norteamericana. Desde hace más de sesenta años está en nuestro país. La tradición se remonta a la alta Edad Media, en últimas a la Grecia antigua. Y se vincula, así mismo Las Misas Negras que aún hoy se celebran, particularmente en esta fecha. Dice un viejo refrán: “por las vísperas se conocen los días santos”. La excepción parece ser esta del Halloween o víspera de Todos los Santos, cuya tradición no es modo alguno, indicio muy edificante acerca de la devoción con que celebra el primero de noviembre. La verdad es que no hay una, sino dos Noches de Brujas en el año. La primera el 30 de abril al primero de mayo, se conoce en la tradición teutónica como Noche de Walpurgis, aquella en la cual, según la leyenda secular inmortalizada por Goethe en el Fausto. Las brujas realizaban un aquelarre en el Blocksberg o pico en que culmina el macizo montañoso de Herz en Alemania. El nombre de Walpugis, se debió a la celebración el primero de mayo la fiesta de Santa Wal-purga, monja Benedictina, hija del rey San Ricardo del siglo VIII y hermana de San Winilaldo. Tres santos, padre e hijos, La influencia de la realeza en el Papado en esa época. La víspera de Todos los Santos, que es la segunda Noche de Brujas, explica por sí sola esa súbita y carnavalesca resurrección anual al culto de Satán. No olvidemos el culto a Satán por medio de las Misas Negras, instituida como una blasfemia a la católica. En sus ritos se viola y se inmola a una mujer desnuda, siempre en manos y deseos del oficiante. Lo ya expuesto parece ser el satánico origen de lo que hoy es la fiesta colmada de inocencia y alegría, de bullicio y de anhelos, donde escucharemos las voces angelicales de Dulce María, de Santiago, Emanuel, Danna Sofía y tantos niños más cantando: “Triqui, triqui Halloween, quiero dulces para mí, si no hay dulces para mí, se te crece la nariz”