Recorrer el paseo Bolívar, el Boulevard del Río, la Plaza de Cayzedo, la plazoleta de San Francisco y las calles céntricas de Cali, inundadas de gente de todas partes del país a raíz de la COP16 ha sido lo mejor de mi vida en este año que está por terminar.
Ha sido todo un espectáculo para maravillarse con la Colombia “profunda” que no conozco y ahora quisiera recorrer mares y ríos, verdes praderas, selvas azules,caminos de herradura, para contemplar esa naturaleza de cerca que tenemos y tomar conciencia sobre la necesidad de protegerla.
Y darme cuenta de la inmensa cantidad de gente que gasta su vida a través de fundaciones para trabajar por la defensa de la biodiversidad, pero lo más importante, conservar la cultura ancestral indígena y afrodescendiente, que heredamos de nuestros antepasados y que pisaron por primera vez la fantástica tierra vírgen, lamentablemente arrasada por el hacha y machete,tal vez sin tener plena conciencia del daño a la naturaleza que hoy presenciamos y obliga al mundo entero a reunirse buscando soluciones prácticas que eviten la catástrofe final.
Me llamó la atención el grupo de gente que defiende el Resguardo Matavén, una población indígena ubicada en el nor oriente del Vichada, con una riqueza cultural increíble, destreza artesanal fascinantre, conocimientos estupendos.
Esa vitalidad del emprendimiento a lo largo y ancho del país estuvo allí,cerca al pueblo caleño y renació la esperanza.
Se demuestra que el trabajo interinstitucional, sin egoísmos, buscando el bien común, es la mejor manera de gobernar.
El verde de la selva y el trabajo de las manos laboriosas renovó el aire en las calles de la capital del Valle.