Las continuas masacres de niños en los Estados Unidos es un indicativo claro hasta dónde ha llegado la sociedad actual con la permisividad, el libre desarrollo de la personalidad y la ausencia de autoridad paterna y de afecto y cariño maternal desde la niñez y en donde se desprecia la familia como núcleo fundamental de la sociedad, dando lugar al libertinaje, el individualismo arraigado y la pérdida del sentido de la vida misma.
Un examen cuidadoso de los comportamientos de esta juventud lleva a pensar que no están satisfechos ni mucho menos contentos en medio de un consumismo aterrador, en la búsqueda del éxito sea como sea, en un afán por conseguirlo todo rápido y al mismo tiempo desecharlo si ya no es útil.
Vivir el instante es la consigna y si vemos el cine es uno de los principales motivadores de las carreras a toda velocidad que no tienen fin. Es como si a la juventud no les alcanzara el tiempo para lograr sus metas, ya no se espera, no hay paciencia, el afán no tiene límites y nada satisface totalmente, la aspiración al dinero, el placer y el poder sin Dios y sin Ley como decían los abuelos, es el pan de cada día.
Pero las frustraciones dan al traste con ese ímpetu de la velocidad y ahí viene el problema, la crisis y la infelicidad.
No tienen respuesta para sus limitaciones, fracasos y males en general y en sus mentes se trazan planes tenebrosos, que lentamente minan su voluntad para terminar siendo “próceres” del crimen y el fatalismo. Nos corresponde parar esta situación desde el seno familiar y las instituciones educativas, sin miedo, con valor y sin pusilanimidad.