El lunes pasado se dio inicio a las actividades escolares en los colegios públicos del municipio de Tuluá; los privados lo hacen al finalizar el mes de enero o inicios del mes de febrero. Y para el sector público se inicia con muchas incertidumbres frente al recorte de presupuesto por parte de la nación para el sector educativo, lo cual repercute necesariamente en la calidad de la educación que se imparte a nuestros estudiantes.
Ahora bien, es muy fácil echarles la culpa a los docentes de la mediocridad de la educación. Sin embargo, qué papel juega el estado cuando se determinan leyes en las cuales se alcahuetea la mediocridad, la pereza, por parte de los estudiantes.
Que fácil es tirar el agua sucia a los maestros cuando tenemos miles de jóvenes que no quieren estudiar, que todo el día están pegados del celular y de las redes sociales con todo lo que esto implica para su desarrollo socio-emocional y académico y que sueñan con ser youtuber, o que se dedican todo el día a patear un balón porque quieren llegar a ser James Rodríguez para ganarse 2 millones y medio de pesos por hora, como se va a ganar este jugador en México durante los próximos tres años.
Qué fácil es criticar a los maestros cuando tenemos padres de familia que consideran que el colegio es un “parqueadero de niños” pero que su compromiso frente a la educación de sus hijos, en su mayoría, es nula y por el contrario atacan a los maestros cuando estos consideran que sus hijos pierden el año y ahí aparecen para incluso amenazar de muerte al maestro que está tratando de formar al hijo que ese padre tiene descuidado.
El sistema educativo está en cuidados intensivos y para sacarlo de ahí, todos tenemos que aportar: estado, padres de familia, educadores, y comunidad en general para que nuestros niños y jóvenes lleguen a ser hombres y mujeres de bien, promotores de paz y constructores de una nueva sociedad.