Pasar a hablar de fútbol, en vez de política, no es cualquier fruslería, pues el fútbol es política como dijo Eduardo Galeano, más allá de que hoy el juego sea un negocio, que es lo que hoy tiene penando a la hinchada más popular del país, la del América de Cali que le toca padecer como director técnico de su equipo a una persona que se precia y le dicen “sapiente”, pero del que solo sobresale su egocentrismo en el banco del club escarlata. Su campaña es la peor desde que el equipo ascendió hace 5 años, y la segunda en toda la historia. Y pensar que existen periodistas por fuera del Valle que aún lo defienden y hasta sugieren que antes hay que agradecer que el señor Juan Carlos Osorio sea el estratega de la mechita.
Que falta hacen comunicadores honestos y frenteros como Iván Mejía que advirtió hace unos meses del grueso error de traer al paisa al club rojo, y que la semana pasada, ante la debacle inevitable trinó: “Don Tulio, el equipo es muy malo. Sin táctica, sin preparación física, sin control emocional. Y el comportamiento de su DT es grotesco. Un patán, maleducado, encarándose con árbitros y público. Aparte, un charlatán y un mitómano. Hora de sacar ese embaucador”. Osorio reconoce que yerra después de los partidos, pero prepotentemente anuncia que no cambiará, que seguirá con sus rotaciones absurdas de nómina y jugadores durante los juegos, así el barco se hunda cada vez más. Que él no es culpable sino responsable, intentando enredar a todos como si fueran tontos, para luego soltar sarcasmos hirientes contra quien lo critica. Irrespeta a la institución, y al pueblo apasionado que compone la afición que en cualquier momento explota y provoca una tragedia que el fútbol no tiene porqué ocasionar. No ha querido renunciar porque sabe de la inmensa indemnización que se llevará si lo echan, por lo que lo único que pudo hacer el presidente del club es dejarlo seguir hasta cuando a él le dé la gana, cuando ya el último bicampeón quede desahuciado de toda competición, como si hubiese sido esa la intención del timonel risaraldense. Imaginamos que ya han hecho un paralelo inconsciente con aquel personaje “innombrable” de la política nacional que ha gobernado las últimas décadas este adolorido país, pero es mejor no empeorar el cuadro.