Comienza el año y ya hay masacre en Arauca, ya se aprobó una reforma que crea más de 1000 cargos estatales a dedo con mega sueldos, y con la moneda más devaluada del mundo, según la prensa norteamericana.
El panorama político, económico, y en derechos humanos de la nación es tan calamitoso que solo se puede comparar con el que profetizaron los enemigos de Petro si este ganaba en 2018. Ahora, más descarados que nunca, dicen que las cosas pueden empeorar (¿más?) en el país si es electo en mayo Petro. O ellos son idiotas, o nos creen a todos los electores unos completos imbéciles.
Si algo demostró el estallido social de hace medio año es que la gente del común dejó de comer entero creyendo cuanto cuento le echan lo medios tradicionales por todas sus plataformas, y en consecuencia las mismas encuestas que ellos mismos mandan a hacer y, por supuesto, amañan hasta donde pueden, muestran al candidato de la Colombia Humana y del Pacto Histórico como el ganador, pero solo en primera vuelta, porque apuestan a unirse en la hipotética segunda vuelta con el supuesto centro representado en la coalición de la experiencia (pero para robar) y en la mayoría de los integrantes de la coalición de la esperanza (¿de qué?) más el pintoresco ex alcalde de Bucaramanga, del que sabemos admira a ese “gran pensador” que fue Hitler y que aspira a convertirse en el Nayib Bukele sudamericano, con todas sus locuras dictatoriales incluidas.
En este 2022, puede ser desde marzo en las elecciones a Congreso, las elítes, u oligarquías como las llamó Antonio Caballero, podrán darse cuenta de que la torta se les volteó, mientras siguen con su alharaca del castrochavismo y otras especies que están lejos de tocar los cimientos del programa de gobierno que necesita Colombia justo cuando la globalización que empezó en los 70s con su agenda económica ha logrado cada año acaudalar la riqueza en poquísimas manos y que se refleja en la pobreza mundial y otros sucesos como el desigual programa de vacunación mundial contra la Covid-19.
Llegó el momento de que el Estado vuelva a tomar la rienda de los servicios públicos y la garantización de los derechos fundamentales. El país sabe que lo necesita.