Y es que no resulta para nada fácil permanecer en el territorio después de haber sufrido cuatro atentados a manos de pistoleros, teniéndose que acostumbrar a un esquema de seguridad, el mismo que la UNP pretende retirarle a pesar que su vulnerabilidad sigue latente.
Con un asomo de dolor en su mirada asegura que tras el último hecho en su contra, donde dos de sus escoltas resultaron lesionados, entró en depresión y pensó en tirar la toalla, pues concluyó que no valía la pena arriesgar su vida y exponer a su familia y a sus amigos campesinos en medio de una lucha que cada día se torna más difícil.
Pero paradójicamente fueron sus dos hijos los que la instaron a no renunciar a sus sueños y ganas de trabajar por el campo y tal como se hace en el surco cuando se presenta una caída, se levantó, sacudió el polvo y continuó en su marcha.
Cómo inició la historia
Han pasado ya casi 17 años desde cuando persiguiendo el amor llegó al Valle proveniente de la ciudad de Armenia, donde laboraba en una notaría, pues cupido había disparado su flecha enamorándola del padre de su segundo hijo, se quedó y amañó en esta tierra que la acogió, a tal punto que hace un par de años fue exaltada por la Gobernación con el galardón Mujer Vallecaucana, premio que la motivó a seguir trabajando.
Su amor por el campo le surgió porque cuando aún era niña y adolescente, sus padres en cada periodo vacacional le enviaban para la finca de su abuelo y allí compartía con quienes cumplían con labores agropecuarias.
Ya radicada en Roldanillo quien era su esposo por esas calendas fue contratado para la Umata de esa localidad y decidió entonces que ella asumiría las riendas del proceso asociativo que este lideraba.
Cambiando mentalidad
Recuerda que en ese entonces los grupos de campesinos asociados estaban dominados por los hombres y la participación de las mujeres era mínima por no decir que ninguna.
“Cuando inicié a trabajar en ese proceso y preguntaba por las esposas siempre me decían que estaban en la casa cumpliendo con las labores domésticas y empecé a decirles que para lograr obtener recursos en pro del desarrollo del campo era necesario involucrar a las mujeres y hoy puedo decir con orgullo que más del 80% de las organizaciones campesinas están dominadas por nosotras, un claro ejemplo de cómo se ha logrado cambiar la comunidad rural», cuenta esta fuerte mujer.
Luego de varios años de trabajo, Claudia Patricia Arango Castaño logró confirmar la Red del Nova, una organización que se ha posicionado y hoy es la interlocutora válida entre los agricultores y en ese sentido destaca el compromiso de las gobernadoras Dilian Francisca Toro y Clara Luz Roldán, que le han apostado a la transformación del campo.
La Red del Nova nació en el norte del Valle y a ella se han sumado decenas de organizaciones de diferentes sectores de la producción en el centro y sur del departamento.
“Ha sido un trabajo dispendioso, complicado, puesto que no es fácil cambiar el chip de quienes han trabajado sus fincas y parcelas, pero creo que se ha ido logrando y hoy los resultados saltan a la vista”, destaca la lideresa.
Renovando el campo
“Unas de las apuestas que por sus días hace la red es lograr que los jóvenes se interesen por permanecer en el campo y para ello se acuden a las nuevas tecnologías y se usan drones cámaras especializadas, herramientas electrónicas que facilitan su labor y hoy muchos han retornado”, precisa.