Nos toca leer que los guardianes de la regla fiscal que rige para el manejo del presupuesto en Colombia, encontraron que el gobernante se la saltó en 2024 en casi 11 billones de pesos.
Pero que como además los ingresos tributarios estuvieron otro tanto menor, no quedaba más remedio que congelar y seguir congelando partidas presupuestales. De esa verdad de puño hay varias conclusiones molestas. La primera que ni Bonilla ni el nuevo ministro se la olieron y siguieron girando para complacer al mandatario. La segunda que el mayor gasto no ha sido por inversión sino por las poco controladas OPS (ordenes de servicios personales), que son los mendrugos conque calman la garosidad de los contratistas camuflados de congresistas.
La tercera, que si no determinan un orden de prioridades en el gasto que se ordene de ahora en adelante, se podrá recortar la plata con qué seguir haciendo la guerra o con qué preparar las futuras elecciones del año entrante. En otras palabras, que se nos puede llevar al descontento generalizado y de allí al caos que con tanto denuedo parece buscar Petro para que la izquierda no pierda el poder.
Colombia, empero, es un país de leyes y de respetos institucionales y si la regla fiscal sigue vigente y los procesos electorales están programados de antemano, los guardianes de ese orden pre establecido, llámense Comité de la Regla Fiscal o Corte Constitucional o Contraloría General, deberán actuar para no solo hacerlo cumplir sino para tranquilidad de la Colombia que no entiende de estas cifras pero que sí sabe evaluar el daño que produce el desorden.