Las fiestas de fin de año constituyen una tradición en muchos países del mundo; para celebrarlas, familiares y amigos se reúnen con el fin de compartir momentos especiales.
Es común también que en estas festividades se recurra a la pirotecnia para resaltar la alegría que suscita esta temporada.
No se puede desconocer la importancia de la pólvora para el avance de la humanidad; su descubrimiento, más allá de su importancia para fines armamentísticos, ha potenciado la industria aeronáutica, entre otros aspectos.
Sin embargo, algunos juegos pirotécnicos, que se observan en estos días, representan un serio problema cuando no se manejan de manera responsable, peor aún, cuando estos se activan en presencia de niños o bajo los efectos del licor.
Por ello, preocupa la cantidad de personas adultas y menores de edad que han sufrido quemaduras y los incendios que han ocasionado dichos juegos, como el ocurrido en días recientes en la Localidad de Bosa, en Bogotá, donde varias familias perdieron sus enseres y viviendas o como el que tuvo lugar en un restaurante en Montería, solo por mencionar algunos de estos siniestros.
Así las cosas, estos eventos ameritan reflexiones y acciones a implementar con prontitud. Si se decide avalar los referidos fuegos para esta época, estos se han de programar en barrios o en zonas determinadas, según el tamaño de los municipios.
En todo caso, se deben establecer las medidas pertinentes en estos espacios para prevenir incendios o quemaduras de los asistentes. Además, el material explosivo debe estar a cargo de personal idóneo, en un horario programado y difundido con anterioridad.
De esta forma se evitaría la proliferación de lugares no autorizados para estos espectáculos. Este problema me ha motivado a escribir estas líneas con el ánimo de contribuir a erradicarlo.
En todo caso, las autoridades competentes han de tomar la decisión que estimen conveniente para frenar esta problemática.