Mientras el presidente Gustavo Petro y su equipo de gobierno, se centra y se empecina en sacar adelante unas reformas que podrían ser determinantes para bien o para mal en el futuro de la nación y mientras insiste en llevar a buen término los infructuosos diálogos de paz con el y otros grupos, el país y especialmente el suroccidente colombiano, se desangran.
Sabemos y no habría duda alguna que de llegar a feliz término la tan cacareada ‘paz total’, estaríamos ‘tocando el cielo’. Además, también sabemos que la agenda presidencial es compleja, que para este gobierno es fundamental el tema de las reformas sociales que ha presentado al Congreso de la República, pero eso no implica que no les preste atención a las regiones y, en nuestro caso, al suroccidente colombiano.
Nuestro departamento necesita, requiere, de la intervención decidida del alto Gobierno. Es evidente que ha apoyado en algunos temas, y aunque el de seguridad es uno de ellos, aún falta, porque a pesar del aumento de pie de fuerza en el departamento, en municipios como Tuluá, Buga, Cartago y Trujillo, entre otros, el orden público continúa enrarecido por diversos motivos.
Y es allí donde la intervención del Estado es necesaria, para que los ciudadanos sientan el respaldo de sus autoridades, para que se motiven a seguir pagando sus impuestos y, al menos sepan, que un porcentaje se invierte en seguridad y no en corrupción.
Pero la seguridad no solo debe ir de la mano con los anuncios de siempre, los que escuchamos al final de los interminables consejos extraordinarios que se realizan después de que ocurren hechos violentos de gravedad.
La seguridad también es inversión en diferentes áreas, pero especialmente en las personas, en la gente. Pero inversión real. Donde está la mano del Estado de forma integral, difícilmente la criminalidad tiene cabida.
Pero en los territorios donde su ausencia, la del Estado, es notoria, las estructuras delincuenciales entran a ocupar ese vacío con las consecuencias que todos conocemos.
Por eso, Presidente, no mire con desdén un territorio que lo apoyó decididamente en las dos últimas elecciones a la primera magistratura de nuestro país.