Así bien podría calificarse a no pocos habitantes de Tuluá y la región. Basta con observar la gran cantidad de basuras y desechos que se depositan en lugares que no son los indicados para tal fin.
Es como si las esquinas, o donde hay un poste e incluso las zonas verdes o separadores de avenidas como La Gaitán o la Transversal 12, para citar solo un ejemplo, fueran los sitios señalados para que la ciudadanía deje allí sus desperdicios.
Ni que decir de otros sectores como la carrera 24 con calle 24, esquina recientemente objeto de limpieza por parte de varias entidades como la Policía, Veolia, la Junta Comunal del barrio Escobar y el Presidente del Concejo de Tuluá. Pero más dura un banano o un dulce en la puerta de una escuela, que cualquier sitio de estos limpio.
Los cochinos y mugres con Tuluá o la población donde residan, vuelven por las suyas, dejando los desperdicios y escombros a cualquier hora sin importar la afectación de diversa índole que le ocasionan a quienes cerca de esos lugares habitan.
En la Villa de Céspedes otro de los sitios que se ha convertido, o mejor, lo han convertido en una especie de es-combrera, es un terreno cercano a la Institución Educativa Moderna, donde los inescrupulosos arrojan toda clase de elementos y objetos; asimismo, en la vía a Riofrío, saliendo de Nariño a mano derecha, hay otro sitio que de no prestarle atención se llenará de toda clase de inservibles.
Y como estos, hay muchos más en Tuluá y la región. Algunos sostienen que la responsabilidad es del respectivo municipio o de la respectiva empresa de aseo, pero la primera responsabilidad debe ser nuestra, porque como ciudadanos debemos propender por conservar nuestra ciudad bonita, limpia. Esa es una forma de generar sentido de pertenencia por ella.
Así, al menos, empezamos a cambiar la imagen del sitio donde residimos, trabajamos y donde también se levantan y educan nuestros hijos. ¿Queremos un cambio?, empecemos por nosotros mismos, siendo mejores ciudadanos. Los cambios hay que realizarlos de adentro hacia afuera.