La administración pública es una de las cosas más particulares del mundo, y nos interesa poco cuando llega la hora de elegir quién se hará cargo de nosotros y nuestros intereses, nos interesa poco más cuando no somos nosotros los que tenemos que elegir. Pero oigan, despertemos un poquito, sí importa y demasiado.
¿Alguna vez nos hemos puesto a pensar si hemos sido lo suficientemente atentos a lo que se nos ofrece, a la preparación de quienes nos representan y quienes solucionan nuestras inquietudes? No es materialismo, es interés general, es momento social.
Es lo que nos viene por derecho. Elegir y ser elegido, también ser nombrado, removido y destituido, son figuras que pueden presentarse en las personas más preparadas que tienen pleno conocimiento de la ciencia que implica administrar, pero también pueden ser favores que no necesariamente implican personas preparadas.
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Y si bien hoy en día se habla de puestos, el famoso ¿Qué gano yo a cambio de que tú estés allá arriba? Por lo menos podríamos detenernos a analizar si, por lo menos en el sector de educación, hay personas apropiadas de lo que consiste o hay más médicos que docentes.
O al menos, y defiendo a los jóvenes que hacen parte del concejo de juventudes, a pesar de ser tan jóvenes debemos asegurarnos de cumplir con las características que implica un cargo público, preparación intelectual y desde luego, ética. Y es que el famoso interés general no depende solo de los funcionarios, depende de nosotros.
Con toda libertad podemos ser ponequejas, defender nuestros derechos exigiendo su cumplimiento, dese el hueco en medio de la calle hasta la intolerancia o ineficientes en una atención pública.
No nos preparemos para el desastre, preparémonos para elegir bien, y exijamos que allá arriba la gente esté preparada para la plenitud del cumplimiento.