Respeto, es aquella valoración que se le otorga a una persona, una de las normas sociales fundamentales a la hora de interactuar.
El respeto no es un valor que se aprende solo en casa, pues, aunque valga la pena comparar la crianza moderna con la antigua, dicho concepto se desenvuelve más allá de la crianza y en cierto punto se concentra en la educación propia; es posible educarse a sí mismo.
La cuestión es que, en ocasiones, no pensamos o pasa por alto en considerar que es mucho mejor que exista un exceso de respeto a un exceso de confianza, pues si bien el hombre es social por naturaleza (Aristóteles), también es cierto que el respeto por otros, guía nuestras maneras (Sterne).
Además de respetarnos a nosotros mismos cuando lo hacemos, ya que permitimos que otras personas vean en nosotros admiración y valoración, lo que hoy en día parece ocultarse tras cortinas de inadvertencia.
Es particular hablar con algunas personas, principalmente niños o jóvenes y no hallar el común sí señor, sí señora, usted, mamá, papá, doña, señora, señor… y otros más, que al parecer han evolucionado o tal vez, involucionado a palabras que son realmente grotescas como cucha o nombres propios para referirse a estos, a veces sin conocerlos.
Además, el respeto no se limita a cómo nos referimos a las demás personas, se extiende a nuestras acciones y decisiones, nuestra forma de tratar a las personas. Si bien es cierto, la confianza podrá determinar si se tutea o no -pura costumbre, en realidad-, pero más allá de la confianza, se debe observar la calidad de la persona; una persona muy insigne me dijo hace poco tiempo:
El respeto se fundamenta en la edad, la dignidad y el gobierno. Es decir: Si esta persona es mayor que nosotros, merece un mayor grado de respeto; por sencilla naturaleza humana es portadora de dignidad y además si esta tiene -aunque suene algo autoritario- una posición más alta en una jerarquía social, como nuestros padres, docentes o jefes, le debemos un respeto indefectible.
Desde todos sus escenarios, en el hogar, el colegio o la universidad, en nuestro trabajo como profesionales al tratar con clientes potenciales u otras personas, incluso en nuestra vida íntima; el respeto no debe discriminar, ni siquiera de nosotros mismos.