Aunque su padre quiso llevarlo por la música y la bohemia, él se inclinó por otro arte que igual lo apasiona y en el que lleva cuatro décadas
Justo en el momento en que nos disponíamos a realizar esta nota, Gustavo Córdoba García había sufrido un accidente laboral que le dejó un hematoma casi sangrante en la frente, pero que no le impidió atender al equipo de EL TABLOIDE mientras que seguía dándole forma a un trozo de madera en el torno. Ese accidente, según sus propias palabras, se repite a menudo y eso hace que muchas personas se nieguen a aprender el oficio de la artesanía en la madera.
No le gustó la música
Este artesano con 40 años de experiencia es hijo del reconocido músico Aledier Córdoba, tan tulueño como El Picacho, pero que logró trascender como integrante de la banda Santa Cecilia de San Pedro. ¿Pero qué hace el hijo de un músico de quilates, pegado de una máquina dándole formas a trozos de madera? La respuesta de Gustavo es básica y contundente: “nunca me gustó ese tema” y añade que en antaño los que enseñaban creían o estaban convencidos que la letra con sangre entra, pero en su caso nunca creyó en ese axioma de vida y mucho menos lo aceptaba.
“Yo acompañé a mi papá a muchas partes, en diferentes eventos cuidando de que no se le fueran a robar los instrumentos, pues el viejo se tomaba sus guarilaques, pero la verdad nunca me motivó aprender, no tenía esa vena” afirma Córdoba tras reconocer que su papá era un virtuoso que tocaba todos los instrumentos, excepto el piano, actividad que ejerció hasta sus últimos años de existencia.
DATO: Una gruesa de trompos, baleros y yoyos está compuesta por 70 piezas elaboradas técnicamente.
Con lágrimas en sus ojos, recuerda que pese a todo el aporte de su papá a la música murió alejando de ese arte que amó y mucho más después de la muerte del maestro Cedeño. “Eso da tristeza, pues es como si no se valorara ese esfuerzo, pero en fin siempre estuvo rodeado de su familia. Recuerdo con gran afecto el gesto de la Banda Santa Cecilia que le llevó una serenata y eso le produjo una gran emoción”, dice este hombre que se dejó cautivar por las artesanías.
Entre palos y diseños
Se podría decir que en estos tiempos, Gustavo Córdoba García es un Quijote luchando contra molinos de viento, pues en un mundo atrapado por las nuevas tecnologías y donde grandes y chicos pasan horas atrapados en un ordenador, él junto a otras dos personas que laboran en Artesanías “El Cordobés” se dedica a fabricar trompos, valeros y yoyos en madera, juguetes que los niños de hoy conocen pero no disfrutan como en antaño lo hacían sus padres, tíos o abuelos.
“Es triste ver como los niños de hoy están todo el día pegados de un dispositivo electrónico y se pierden de la magia de un chico de valero, un desafío de canicas, un juego de trompo” afirma este artesano que tiene su taller en la ye entre la calle 25 con 27, en cercanías al aeropuerto Heriberto Gil Martínez.
Paradójicamente hoy su clientela viene de otros municipios del Valle e incluso de otras partes del país, pues localmente hay poca demanda del producto lúdico y que combina con la elaboración de accesorios en madera que son comprados por los trapiches como moldeadores de la panela.
Artesanías para vivir
Al ser consultado sobre si es posible vivir de la artesanía, Córdoba García, padre de dos hijos, uno de los cuales aprendió el arte y ahora tiene su propio taller, afirma tajantemente que sí. “Cuando esto se aprende y se tiene la práctica fácilmente a las dos de la tarde ya ha elaborado tres gruesas de trompos y eso representa 60 mil pesos o un poco más y si eso no es plata es fregada la cosa” afirma.
Hoy lamenta que poca gente se interese por el tema artesanal y muy pocos aprovechen la posibilidad que se les ofrece de aprender. “Yo soy de los pocos que contrata a alguien para enseñarle y llegan pero ante el menor incidente se alejan”, puntualiza el empresario.