Una de las cosas que más me desespera, me irrita y me saca de quicio es la falta de puntualidad, especialmente, por la facilidad con que se disculpa el personaje tardío para quedar bien con quien ha adquirido el compromiso y ha dejado plantado.
Y es que nosotros los colombianos tenemos una gran cualidad o defecto, como quiera vérsele, y es el tener siempre, a flor de labios, la excusa perfecta para lograr que las personas que nos rodean nos crean los argumentos que exponemos, según sea la necesidad.
Siempre he pensado que desde que se hicieron las disculpas nadie queda mal y, en este aspecto, tengo varios amigos que se han convertido en verdaderos maestros en la materia: “Te llamo a las 6 o 7 en punto” y pasa una y hasta dos horas y nunca llega esa llamada.
O hay los que te dicen: “no te preocupes que ya estoy saliendo de casa” pero pueden pasar muchos minutos y te hacen hasta pensar que algo malo les ha sucedido.
Y allí es donde salen con tremendas historias para justificar la demora, relatos que podrían servir hasta de libreto para una novela mexicana.
Aunque hay otros que ni siquiera se esfuerzan por salir bien librados y se escudan en las más trilladas: “se me varó el carro, se me pinchó la moto…”
Por eso amigos, si usted dice a las seis en punto debe ser a las seis en punto, de lo contrario estarás ganando, no solo imagen de incumplido sino también de mentiroso.
En lo personal, soy extremadamente cumplida porque me gusta que me rinda el tiempo, aprovecharlo al máximo pero, sobre todo, ser respetuosa del otro, de la persona con la cual acordé una cita.
La puntualidad es sinónimo de disciplina, la cual sirve para conseguir objetivos maravillosos como organizar el sistema de vida, fortalecer el carácter y hacer rendir el tiempo y así poder disfrutar, sin afanes ni angustias, los ratos de esparcimiento.
Mejor dicho, amo ser puntual, así me digan que soy más cumplida que novia fea!.