Hace unos días, cuando ocurrió el atentado contra el senador Miguel Uribe, leí penosamente esto en redes: “todos los días asesinan campesinos, líderes y lideresas sociales, mueren niñas, niños, adolescentes, ancianos víctimas del abandono. Todos los días muere un pobre, víctima de la violencia y el sistema.
A nadie le importa, nadie dice nada”. Lo más triste es que es verdad, no hay marchas del silencio, no hay velatones, no hay presencia mediática, no hay comunidad rasgándose las vestiduras. Toda muerte es dolorosa, pero tristemente, a algunos sectores de la población les duele más unas muertes que otras.
Muy lamentable que en nuestro país no dejan de juzgar, de denigrar, de arrebatar las vidas del que piensa o dice diferente, del que protesta, tildando de malo todo lo que no es igual a ellos o a sus ideas.
Algún día debemos superar la polarización y la división que tenemos como sociedad, por lo menos dejar de señalarnos y decirnos petroñeros, uribestias, izquierdosos, derechosos y lo gracioso es que el país lo construimos entre todos, los unos, los otros, los suyos, los míos y los vuestros, nos guste o no.
El Gobierno Nacional propuso la reforma laboral que en principio el Congreso hundió, el gobierno expuso que de no aprobarse la llevaba a consulta popular, el Presidente decreta la consulta, el congreso hizo lo de su competencia, se reunió, debatió y aprobó la reforma. La lectura decepcionante que nos queda en medio es que solo trabajan para sus intereses, no para el beneficio de la colectividad, pues si el presidente no hubiese anunciado la consulta, el congreso no la hubiese revivido ni votado.
Los últimos sucesos del país solo nos dan luz del oportunismo politiquero, del exceso de empatía hacia el senador Miguel Uribe y la falta de solidaridad con el resto de víctimas.
En todo caso, debemos seguir trabajando para que nuestras niñas, niños y adolescentes puedan vivir en un país donde se respete la vida a pesar de toda diferencia. Mi solidaridad a todas las víctimas de la violencia, de cualquier orilla.