Esa pregunta está siendo muy popular por estos días. Algunos se preocupan otros no, a muchos les resbala, ni las va ni les viene. Sin embargo, es un tema que apasiona, más allá que generar terror o miedo es intrigante.
Incluso desde hace décadas existe el llamado ‘Reloj del Apocalipsis’, que, a propósito, “volvió a marcar 100 segundos para el fin del mundo”, es decir de la ‘campanada final. Ese hecho fue noticia hace algunos días en varios medios y portales de orden nacional e internacional.
Pero más allá de la existencia de este artefacto, que simboliza la inminencia de un cataclismo planetario, que funciona como especie de alerta ante posibles amenazas nucleares, como la que vivimos actualmente debido a la guerra entre Rusia y Ucrania, o como dirían otros, la invasión del primero sobre el segundo, o la pasada pandemia que generó el virus del Covid 19, y muchos otros fenómenos o flagelos que podrían ser sintomáticos con el final de este planeta o de la vida humana que hay en él, creo que esa no es la pregunta correcta que debemos plantearnos, no debemos preguntarnos si se acerca o no el fin del mundo, interrogante que empieza a tener cada más interés, pero del que pienso no deberíamos darle la trascendencia que algunos le dan.
Dice que la escritura en Marcos 8: 36 o en Mateo 16:26, ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida? Nos hemos enfocado en el mundo externo y no hemos olvidado de vivir, de compartir, de educar, y lo más importante: de servir.
Algunos creen que vivir solamente es rodearse de lujos. Qué lejos de la realidad están. O compartimos lo que nos sobra. Y como si fuera poco, tenemos nuestro corazón lleno de egoísmo, de temores.
De eso es lo que debemos preocuparnos. De ser cada día mejores seres humanos y seguramente, así, alcanzaremos la anhelada plenitud y atrás quedarán todas aquellas preocupaciones que en muchos casos, nos sirven de excusa para seguir alejándonos de Dios, no tomarnos el tiempo de conocerlo y hasta de tomar decisiones equivocadas que, cuando están en cabeza de personas influyentes, como Jefes de Estado o líderes de esa envergadura, generan el caos y la incertidumbre que arrastramos actualmente.