No se puede negar que la educación que se imparte en las instituciones educativas, debe estar acompañada de actividades encaminadas a reforzar los contenidos, que se imparten en las aulas de clase.
Sin embargo, con frecuencia se observa que la cantidad de trabajo extraescolar que se asigna a niños y jóvenes de primaria y secundaria, supera su capacidad para desarrollarlo durante el tiempo disponible después de su jornada cotidiana.
Es por ello que, en muchos casos, los padres de familia deben ayudar a sus hijos a cumplir con sus deberes académicos.
Esta afirmación no es gratuita y se desprende de mi propia experiencia y de casos detectados en diferentes contextos escolares.
La reflexión anterior sugiere que sería conveniente racionalizar la cantidad de tareas que se fija para hacer en casa.
Vale recordar que los niños también necesitan tiempo para recrear su imaginación, su fantasía, y dedicar algunos espacios a actividades lúdicas, toda vez que dichas facultades y el entretenimiento son parte fundamental para potenciar su crecimiento, puesto que además de fortalecer la parte física, nutren igualmente la mente y las dimensiones afectivas e incluso mágicas, que, conforme a estudios recientes, hacen parte también de la compleja estructura del ser humano.
En todo caso, se reitera que la idea de este escrito no es desconocer la importancia del componente extraclase, sino como se dijo, modularlo para dar cabida a las predichas facultades.
Montaigne alguna vez escribió que las plantas se ahogan con demasiada agua y que el excesivo estudio y materia afectan la actividad del espíritu.
Por ello, una carga académica moderada permitiría a los chicos confrontar sus propias ideas con las que reciben en su escuela, ejercicio que les serviría a la vez para asumir una posición crítica frente al conocimiento, en lugar de repetirlo de forma literal.