La solidaridad es un valor tan importante hoy, de tanta urgencia y necesidad, que debería estar aflorando en la alborada de una posible vida en post pandemia, pero tan olvidado al parecer porque no hay signos de un sistema integrado de alertas tempranas que coadyuven a los ejecutivos municipales a darse cuenta de lo que está pasando en los parques que hoy, se ven ocupados por desplazados por la violencia o extranjeros con niños y niñas a duras penas en su primera infancia, abandonados a su suerte.
Una postura que se podría relacionar con la vocación de amar al prójimo sin esperar nada a cambio y, sin embargo; resulta inexplicable que los estudiosos que forman parte de las diferentes fundaciones en la región vallecaucana o incluso del mismo gobierno, estén tan ausentes de su accionar para salvaguardar la vida de seres humanos que lo han perdido todo.
Este año arrancó mal, no solo con el riesgo de una guerra en el antiguo continente, que en algún momento termine arrastrándonos a todos a la guerra, sino por la resistencia de un covid19 que sigue cobrando vidas todos los días, sin contar con las que se lleva el conflicto armado interno de Colombia y otras formas de desplazamiento violento.
En todo ese escenario, impera la corrupción por el dinero de las arcas del Estado que pareciera no tener fin, pero aún debe haber fe, fe en que podemos ser una mejor sociedad; una en la que la policía no solo evite la delincuencia, sino que al recorrer las calles a cada minuto como es habitual, sean los primeros en articularse con las ONG y entes del gobierno, que lleguen a rescatar, a alimentar, a brindar un techo provisional, para volver a empezar.