Se anuncia una reforma al Congreso de la República que pretende iniciar un cambio estructural en una de las instituciones peor calificadas de los últimos tiempos entre toda la población colombiana, que padece vicios desde años atrás y pareciera ser la cuna de la corrupción generalizada en el resto de los organismos democráticos del país, sin encontrar una solución plausible hasta el día de hoy.
Todos los intentos que se han presentado han sido fallidos y es lógico, pues sus integrantes no podrían legislar para “perjudicarse” así mismos, como la pretensión de disminuir sus salarios, que actualmente oscilan entre los 35 millones de pesos mensuales, considerado un escándalo para la mayoría de la gente, pues es bien conocido que muchos de sus integrantes, solo van a ver, aplaudir y aprobar los proyectos de ley que tienen iniciativa de unos pocos. Sumado a lo anterior, muchos privilegios, tales como los viáticos, vehículos, escoltas, trabajar solamente ocho meses del año, de lunes a jueves, y lo más criticado, estar pendientes de la “mermelada”, puestos en el sector público, contratos y pare de contar.
Lo que vemos, con el nuevo proyecto, es que la corrupción no se acabará con la disminución de sueldos, ni de otras prebendas, pues el corrupto siempre hallará la mejor forma de hacerlo por otros mecanismos, ya que el mal depende del “corazón” de donde provienen todos los males.
Por regla general, es bien visto la intención de los nuevos legisladores, encabezados por sus líderes, pero claro que esta reforma si es aprobada, no afectará en lo más mínimo a los actuales congresistas, sino que entraría a regir a partir del año 2026 por la normatividad constitucional que exige dos períodos de gobierno.
Creemos que reducir el número de años en que permanecerán los honorables en el cargo, es muy buena idea, para acabar con el vicio muy antiguo, de envejecer en las sillas congregacionales durmiendo y esperando que otros discutan los proyectos, para solo despertar a la hora de la aprobación, luego de aceptar el soborno de los amigos que serán beneficiados durante un período de gobierno.
De todos es conocido en el argot popular colombiano: “hecha la ley hecha la trampa”, en consecuencia esperamos y deseamos, que en esta oportunidad desaparezcan del recinto sagrado los famosos “micos” que se introducen sin contemplación alguna, al final de una discusión, cuando la mayoría de los interesados están cansados.
Ya existen muchos honorables congresistas condenados que pagan en las cárceles o en sus residencias las penas por corrupción, lo que nos debería dar vergüenza nacional que este cáncer se haya metido en el corazón de la democracia, donde debería reinar, la honestidad, la verdad y la justicia.
Toda nueva administración entra pisando fuerte y se estima que los primeros cien días son definitivos, y marcarán la pauta para lo que será el futuro del gobierno y la suerte de la mayoría de los colombianos que creyeron en las promesas electorales. Esperamos que de verdad, se vea el cambio anunciado con bombos y platillos y no sea un globo que se desinfla poco a poco en la medida que pasan los cuatro años de gobernabilidad.