Hola queridas amigas, siempre que escribo lo hago pensando en alguien o en las cosas que me toca ver en mi diario vivir. Hoy quiero escribir sobre el tema “cuando las mujeres buscamos emociones y aventuras” fuera del hogar. Indudablemente creo que cuando esto sucede es porque las cosas en el matrimonio están marchando mal, sea porque el esposo no le dedica el tiempo necesario o porque se acabó el amor.
Para las mujeres es muy difícil tener amantes eternos, así como llegan así se van, por ello su gran dilema es, ¿cuál de los dos?, mi esposo, el padre de mis hijos o el amante. Hay que elegir.
Las casadas y con hijos terminan por preferir a sus esposos, si el hombre no se da cuenta del engaño de su esposa, no ha pasado nada, pero si las descubren, pobrecitas, puede suceder dos cosas: los machistas se separan y las sacan violentamente de la casa y los más nobles las perdonan.
En este último caso, siempre queda una huella de dolor y rencor que es difícil de superar. Es una constante duda que impide el progreso en la relación matrimonial. Son situaciones difíciles. Tengo a una amiga que no quiere dejar a su esposo, pero tampoco quiere ser la mujer en que se ha convertido, solo una ama de casa dispuesta a cumplir con sus obligaciones y ser la señora de la casa amargada. El gran dilema es, sigo así o pierdo una parte de mi vida. Por eso es tan doloroso, porque en ambos casos siempre se pierde.
Pero también están las mujeres que engañan a su pareja de años luego de sufrir menosprecio, soledad, abusos, pero el miedo a una reacción violenta hace que terminen sometiéndose y padeciendo hasta que él quiera.
Ser amante no es fácil. Si es un encuentro de una noche no hay mayor problema, pero si una mujer se convierte en la otra, la cosa cambia. Los sentimientos comienzan a jugarnos una mala pasada y puede convertirse en un dolor de cabeza que no tiene cura.
Así que lo mejor es luchar por el amor que en un principio la unió a ese hombre o decir adiós con el dolor en el alma. Vida no hay sino una y hay que disfrutarla.