El mundo católico celebra a partir de este domingo la Semana Santa, en la cual hacemos presente el misterio pascual de Cristo en su pasión, muerte y resurrección y que se convierte en el máximo acontecimiento de nuestra fe.
Sin embargo, y a pesar de que debería ser de verdad una semana santa en la cual deberíamos aprovecharlo para acercarnos a Dios, vemos con tristeza como esta semana se ha convertido en una semana más de vacaciones, de recreación y en la cual las agencias de viajes hacen su agosto promoviendo viajes a la playa, y a otros ambientes en los cuales, ese espacio de oración, de reflexión y de encuentro con Dios queda en el vacío.
La Semana Santa es una ocasión muy especial para que los hombres y mujeres de fe y en familia, la aprovechemos y hagamos un alto en el camino y de verdad volvamos a rescatar y a vivir los valores espirituales que tanto se han perdido, y que, en mi opinión, son la causa fundamental de todas las situaciones de violencia, de injusticias y de violación de los derechos humanos que vemos hoy.
En esta semana, vivimos de verdad ese misterio en el cual Jesús entrega su vida para darnos la salvación. Nos deja su cuerpo y su sangre alimento de vida eterna, nos entrega a los sacerdotes como ministros de su amor entre los hombres, nos da el mandamiento del amor, y nos entrega como Madre a la Santísima Virgen María.
Con su resurrección, nos da la posibilidad de morir a nuestro pecado para empezar a vivir una nueva vida en Cristo.
Por eso, la mejor manera de vivir esta semana es en un ambiente de oración, de silencio, de participación en sacramentos tales como la penitencia y la eucaristía, en momento de solidaridad con aquellos que más lo necesitan, dejando así nuestra vida de pecado para iniciar con la Pascua ese paso de la muerte a la vida, del pecado a la reconciliación, del odio al amor.
Feliz semana para todos y ojalá sea unidos a Dios de verdad.